Aquel hombre tuvo un extraño sueño. Soñó que una piedra se volvía árbol. El árbol se transformaba en animal, y el animal se hacía hombre. Por último el hombre se convertía en Dios.
Despertó el hombre, pero el sueño permaneció en su mente. Supo entonces que lo que había soñado no era un sueño: era un saber que sabía desde siempre y que de pronto se le reveló.
“Todas las cosas son una misma cosa -escribió el hombre entonces apresuradamente-. En la piedra está la promesa de Dios, y en Dios está el recuerdo de la piedra. Yo sé que he sido piedra, y sé también que algún día...”.
Aquí se interrumpió el escrito. El hombre había vuelto a soñar.
¡Hasta mañana!...