Jean Cusset, ateo con excepción de la vez que vio un nido de colibrí, dio un nuevo sorbo a su martini -con dos aceitunas, como siempre- y continuó:
-En lo más entrañable de la tradición cristiana está el culto a la Virgen María. La hermosa oración que dice: "Bajo tu amparo nos acogemos, oh santa madre de Dios...” tiene una antigüedad de más de mil quinientos años.
-Creo -siguió diciendo Jean Cusset- que quienes se separaron de esa tradición y abandonaron la veneración a la figura de la Virgen renunciaron a algo muy grande. En ella se manifiesta en forma muy particular el amor de Dios. A través de su dulzura femenina nos llega la bondad del Creador. A Dios lo vemos siempre en figura de varón: la presencia de la Virgen nos habla del misterio de una divinidad que tiene también dulzuras de madre y de mujer.
Así dijo Jean Cusset. Y sumido en una honda reflexión se olvidó de dar el último sorbo a su martini.
¡Hasta mañana!...