Don Abundio suele beber antes de la comida una copita de mezcal -a veces dos-, y acabado el yantar se fuma un cigarrito de hoja. A veces dos.
Cierto día lo visitó en su casa de Ábrego el ministro de una de esas novísimas sectas de extraño nombre y raros pensamientos. Percibió el aliento de don Abundio, y le dijo con tono de severidad:
-¿No se ha puesto a pensar en el disgusto que tendrá el Señor el día que usted muera? Llegará a su presencia, y Él sentirá en su aliento olor a bebida alcohólica y tabaco.
-No se preocupe, Reverendo -respondió el viejo, socarrón-. Cuando muera pienso dejar mi aliento aquí.
Sabio viejo es este viejo. Tiene la rara sabiduría que consiste en distinguir las cosas de este mundo de las cosas que no son de este mundo.
¡Hasta mañana!...