Estuve el otro día en la Sala Mayor del Tecnológico de Monterrey. El ingeniero Eduardo Viera me invitó a compartir con él y con sus compañeros de carrera el 35 aniversario de haber salido de la institución. Hace diez años hablé también ante ellos, en el aniversario 25. Por eso me sorprendió la invitación. No escarmentaron.
En ese encuentro los egresados rindieron homenaje a Ramón de la Peña Manrique, su maestro. "Nos enseñó mucho -dijeron- y todavía nos sigue enseñando". En eso, creo yo, estriba la calidad del verdadero educador: sus enseñanzas quedan para toda la vida.
Ramón es mi paisano y casi primo: lleva el mismo apellido de mi esposa. Son familia, como se dice por acá. Estamos orgullosos de él. Su calidad humana se ha mostrado en todas partes. Me alegré al ver el afecto que le guardan quienes fueron sus alumnos. Les hizo el bien con su sabiduría, y les enseñó la sabiduría del bien.
¡Hasta mañana!...
