¿Qué haremos contigo, pájaro carpintero, qué haremos?
Sucede que te ha dado por perforar a punta de pico los muros de la casa. ¿Qué buscas en las paredes, dime? Has puesto en ellas señales de fusilería, como en los tiempos de la Revolución. Ahora parece nuestra casa una vieja señora cacariza.
Y no puedo decirte nada. Me gusta tu acompasado vuelo de saeta; me gusta tu copete rojo, fuego pentecostal en tu cabeza; me gusta que me despierte el rítmico toc toc que tarareas en la ventana... Tú lo sabes, quizá por eso abusas.
Pero esto no me gusta, carpintero. Deberá venir un albañil a resanar tus insólitas carpinterías. Alguna explicación han de tener que no conozco. Tú sabes más que yo. Entonces ni siquiera te pregunto por qué taladras el frente -la frente- de mi casa. Pero una cosa sí sé: en lo que haces no hay maldad. Tienes la inocencia del Génesis.
Sigue pues con tu labor de zapa. Ya vendrá luego el albañil, y aquí no ha pasado nada, amigo carpintero.
¡Hasta mañana!...