Tú no eres un recuerdo para mí, Terry querido. Eres presencia permanente, como si aún vivieras en la casa.
Y es que vives en ella todavía, perro amigo. Cuando llego de vuelta de algún viaje, en horas de la madrugada, creo que saldrás a mi encuentro, igual que hacías siempre, para recibirme. Estoy leyendo un libro en el sillón y te veo a mis pies, dormido, soñando los atávicos sueños de tu especie.
Sueño es la vida, Terry, eso lo sé. Y tú ya sabes que la muerte es sueño. Sueña tu muerte, entonces, mientras yo sueño mi vida. Alguna vez nos hallaremos en el mismo sueño, y ya no será sueño. Será una nueva vida. Y en esa vida nueva los dos volveremos a soñar.
¡Hasta mañana!...