Jean Cusset, ateo con excepción de la vez que estuvo en Santiago de Compostela, dio un nuevo sorbo a su martini -con dos aceitunas, como siempre- y continuó:
-La materia nos hace buscar un sitio para estar; una “residencia en la tierra”. El espíritu, en cambio, nos lanza a los caminos para ser. El cuerpo nos pide quedarnos; el espíritu nos hace ir. Ese buen amigo Sancho que es nuestro cuerpo nos demanda únicamente el asilo de un lugar conocido en donde podamos satisfacer sin sobresaltos las cuatro elementales apetencias: comer, beber, dormir, y con hembra yacer. El movedizo espíritu, Quijote, nos hace salir de nuestra aldea.
-El hombre -siguió diciendo Jean Cusset-, es en el fondo un “homo viator”, un peregrino. “Este mundo es el camino para el otro...”, nos enseñó Manrique. Seguimos siendo romeros, palmeros o “jacquots”, como los hombres del medioevo. Para entrar a nosotros mismos, pues, hay que salir de nosotros mismos. Comencemos nuestra peregrinación.
Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!...