En su panadería de Camargo, estado de Chihuahua, don Tomás Arizpe vendía también café molido. Puso un letrero que decía:
“Éste es el mejor café de la ciudad, según creo, pero si me equivoco favor de dispensarme”.
¡Que encantadora humildad, qué señorial comedimiento! Don Tomás mostraba confianza en su producto, que creía el mejor, pero no descartaba la posibilidad de que alguien ofreciera otro más bueno, y pedía disculpas si había causado perjuicio a los vecinos con su error.
Muchas virtudes están presentes en ese delicioso anuncio de don Tomás Arizpe. Hay modestia; respeto a los demás; conocimiento de las propias limitaciones y buena opinión del mérito que puede haber en otros; capacidad para pedir perdón... Si todos practicáramos esas virtudes nuestro mundo sería un mejor mundo.
Quien esto escribe, aprendiz de escribidor, quisiera llevar también un similar letrero a modo de estandarte: “Esto que he escrito pienso que no está tan mal, pero si me equivoco favor de dispensarme”.
¡Hasta mañana!...