Hay en el cementerio de Ábrego una tumba. En su cruz pueden leerse un nombre y una fecha: AMAPOLA. 1931-1951.
"... La gente se rió cuando mi madre me puso Amapola. Aquí todas se llaman María, Juana, Petra... Pero ella había ido al pueblo. En el cine vio una película que se llamaba así, ‘Amapola’, y me puso ese nombre.
"Desde niña fui rara, como mi nombre. Cantaba siempre, y decía cosas en voz bajita para que nadie me oyera, nomás yo. En la escuela me llamaban ‘Hablasola’. Una vez hubo un día de campo de gente rica. Desde lejos los vi jugar. Un joven le leía cosas de un libro a una muchacha. Cuando se fueron dejaron el libro ahí, olvidado. Yo lo recogí, y lo leía a escondidas. Tenía palabras muy bonitas, de golondrinas que vuelven y de recuerdos que se van. Leyendo ese libro se me ocurrió una cosa, y la escribí como si fuera mi nombre en la primera página: ‘Ama sola’.
"Luego llegó la epidemia con sus muertes, y una de ellas fue para mí. Ayer dos jóvenes de la ciudad visitaron el cementerio, y se detuvieron junto a mi tumba. Uno dijo: ‘¿Por qué tiene que morir una muchacha de 20 años que se llama Amapola?’.
Yo sonreí dormida: alguien había dicho de mí palabras hermosas, como aquéllas del libro...”.
¡Hasta mañana!...