A los 90 años de edad Hokusaro pintó en la pared una mesa sobre la cual estaba un búcaro con flores. Vino la doncellita de la casa, y engañada por la perfecta imagen del florero le quiso poner agua.
Pintó después Hokusaro una liebre en el muro de la granja. Un cazador le disparó sus flechas, pues pensó que la liebre estaba viva.
Luego pintó Hokusaro unas monedas en las baldosas de la calle. Todo aquel que pasaba se agachaba a recogerlas.
Los discípulos del pintor se entusiasmaron.
-Maestro -le dijeron-. Estás pintando muy bien.
-No, -respondió Hokusaro con tristeza-. Estoy pintando muy mal. El arte no es para engañar a los hombres, sino para hacerlos que descubran la verdad.
¡Hasta mañana!...