Acabo de regresar de una peregrinación sentimental.
Fui a Magdalena, en Sonora, a visitar al padre Kino.
En la pequeña plaza, frente a las casas de blancos muros y techos cubiertos con teja del rojo barro de los cerros, ahí está el padre Eusebio Francisco Kino. Están sus huesos: su monda calavera, sus tibias y sus vértebras, la fuerte, frágil estructura que lo sostuvo en su caminar por los desiertos del color de sus huesos. Pero está vivo el padre Kino en los nombres sonorosos, sonorenses, de los mil pueblos que fundó: Cocóspero; esdrújulo Imuris; Tumacácori; Cucurpe, que significa “Donde cantó la paloma”; Tubitama; Oquitoa; Sario; Sonoyta.
El padre Kino fue italiano, del Tirol, y fue jesuita, geógrafo, astrónomo, lingüista, aventurero de Dios y espléndido vagabundo del Renacimiento. En su monumento está grabada una bella inscripción:
“Cobijados por las amorosas tierras de su querida Pimería Alta reposan aquí los restos del insigne varón. Italiano de nación; sonorense por adopción; ciudadano del mundo por vocación”.
Eusebio Francisco Kino... Buscando a Dios hizo más vasto el horizonte de los hombres. Buscando a los hombres, en ellos halló a Dios.
¡Hasta mañana!...