Las luciérnagas prenden su luz en la solapa de la alta y tibia noche de mi rancho.
Y los recuerdos de la niñez también se encienden. Por los campos de alfalfa buscábamos los pequeños insectos a la caída de la tarde y los metíamos en un frasco de vidrio transparente. Luego, ya todos en la cama, la habitación se estremecía con el claror fantasmagórico de las luciérnagas aprisionadas.
Feliz criatura es ésta que se llena de luz con el amor y se vuelve una estrella diminuta para anunciar el rito de la vida. Así arde también el corazón de los que aman: si se lo sacaran del pecho podrían iluminar con él las sombras de la noche y poner en las tinieblas del mundo un verde y esperanzado resplandor.
¡Hasta mañana!....