Llueve, y es la lluvia una sonrisa del paisaje. La falda de Las Ánimas, gris casi siempre, y ocre, tiene ahora color esmeraldino.
La tierra es muy agradecida. Recibe un poco de agua y paga el don con vegetales galas. Vuelvo la vista alrededor y mis ojos enverdecen, y el corazón se pinta con el color que -dicen- tiene la esperanza.
No durará el verdor, eso lo sé. Tras de los días de lluvia vendrán los de secano, y otra vez en el campo habrá tristeza. Perdurará, no obstante el recuerdo de esta juventud terrenal hecha de hierba y diminutas flores. En brizna verde o encendida flor se vuelve cada gota de lluvia cuando cae sobre la tierra, que en nada se parece al hombre, pues ella sí sabe agradecer.
¡Hasta mañana!...