Sucede que de pronto brilló otra vez la luz de una pasada estrella cuyo fulgor parecía extinto ya.
Nadie la vio nacer de nuevo; nadie miró su resplandor. Hubo un solo hombre que en esa luz tenía su esperanza y la guardó en el corazón cuando entre los giros del universo se desvaneció la luz. Esperó -el amor es el arte de la espera- y no quitó jamás los ojos del punto donde la estrella había brillado. Y cuando se volvió a encender puso su nueva luz junto a la luz que siempre había llevado con él, nunca extinguida y olvidada nunca.
Así en la vida. No desesperes nunca de la estrella. Todos tenemos una que nos pertenece por razones de amor, que es máxima razón. Alguna vez, otra vez, la estrella brillará de nuevo, y resplandecerá tu corazón con el derecho que tienen a la luz aquellos que saben esperar.
¡Hasta mañana!...