Cuando llegó a los 30 años de su edad John Dee emprendió la peregrinación a Compostela.
Tomó la ruta de Francia, pues la del norte cruzaba por tierras de vascuences, hombres duros, mujeres más duras todavía. Cerca de Burgos conoció a una muchacha. Con ella caminó toda la tarde rezando las preces de Santiago. Por la noche, en un pajar, ambos rezaron la oración más antigua del mundo, la del amor.
John Dee ya no llegó al santuario. Tampoco la muchacha. De la mano volvieron los dos a la Bretaña.
-Peregrinamos en busca de un milagro -razonaban-. Y lo encontramos ya.
Pasaron muchos años. Pasaron muchos peregrinos. Desde la puerta de su casa John Dee y su mujer los veían pasar y se decían:
-Quiera el Apóstol darles un milagro como el que a nosotros nos envió.
¡Hasta mañana!...