San Simeón el Estilita vivió en lo alto de una alta columna. Subió ahí para alejarse de los hombres, y aplicó todos sus sentidos a adorar a Dios.
Cuando San Simeón murió se encontró en el otro mundo en lo alto de otra alta columna como aquella que en vida había tenido. Alzó los brazos en oración piadosa y dijo con grandes voces al Señor:
-¡Gracias, Dios mío, por haber hecho un Cielo especial para mí solo!
-No estás en el Cielo -le contestó el Padre-. Si estás solo estás en el infierno.
¡Hasta mañana!...