Me habría gustado conocer a Monsieur Chertier. Pirotécnico de Luis XV, rey de Francia, creaba aquellos prodigiosos fuegos artificiales con que solían acabar los festejo nocturnos del monarca, a quien más de una vez arrancó un "¡Ah!" de admiración.
Chertier inventó las llamadas "chispas volantes", que aun hoy hacen surgir los hacedores de pirotecnia según la sabia fórmula del maestro galo, hecha a base de clorato de potasa y nitrato de estroncio. Se encienden de súbito esas chispas; cruzan el cielo en brillo luminoso y se extinguen después tan repentinamente como aparecieron. "Igual que el hombre -solía decir Monsieur Chertier-. Igual que la vida".
Me habría gustado conocer a ese gran artista de la luz y el fuego. Sabía que todo en esta vida es pirotecnia, resplandor pasajero que aparece de pronto y de pronto se va. Cuando miro sus chispas volanderas deseo que Monsieur Chertier haya encontrado la fórmula que ahora busco yo, la de la eterna luz.
¡Hasta mañana!...