Llegó como un viento y dijo:
-Soy el viento.
Le pregunté a qué debía yo el honor de su visita.
-Me acusan de llevarme las palabras -respondió-. "Las palabras se las lleva el viento", dicen todos. Y me las llevo, es cierto. Pero temporalmente, nada más. Después las traigo de regreso. Ningún viento puede llevarse definitivamente las palabras. Una vez dichas quedan para siempre.
Las únicas palabras que no vuelven son las que no se dicen.
Tras decir eso el viento se fue igual que vino: como un viento.
Ahora estoy escribiendo estas palabras. Se las llevará el viento, es cierto. Pero después el mismo viento las traerá.
¡Hasta mañana!...