Esta niña pequeña -dos años de edad tiene- ha hecho algo que no debía hacer: con su crayola roja pintó una raya en la pared de la cocina.
Su padre la ha mirado, y va hacia ella. La niñita corre a los brazos de su abuelo.
-¡Ayuda, ayuda! -pide suplicante.
Aquellos brazos amorosos la envuelven y la amparan, y no hay castigo ya. Todos ríen, y de la raya en la pared ya no se acuerda nadie.
Esa noche, en su casa, el abuelo piensa que él también, a sus años, pinta a veces rayas en la pared. Es decir, hace cosas que no debía hacer. Por ellas merecería castigo, bien lo sabe. Pero sabe igualmente que hay otros brazos amorosos en los cuales se puede refugiar, también él criatura pequeñita. Cuando la sombra de la culpa llega él va hacia esos brazos y suplica:
-¡Ayuda, ayuda!
¡Hasta mañana!...