La lluvia dejó en la calle un charco de agua. Yo guío mi automóvil. El vehículo que va delante pasa por encima del charco y hace que el agua salte por el aire.
Sucede entonces un milagro. El sol pone su brillo en la miríada de gotas, y forma en ellas un arco iris pequeñito que dura menos tiempo que el tiempo que necesito para decir “el tiempo”. Alcanzo a ver la maravilla, sin embargo. Del agua sucia han surgido, igual que siete joyas rutilantes, los siete colores que pintan con su color el mundo.
Efímero ha sido ese prodigio, pero me ha dado la eternidad de la belleza, oculta en aquel charco igual que en el alma del peor hombre se esconde el misterio del amor.
Cae ahora la tarde, cae la sombra, y va todavía conmigo ese arco iris luminoso salido de la oscuridad.
¡Hasta mañana!...