Sin ti, amada, no puedo morir.
Puedo vivir, sí: la vida, historia hecha de ausencias, a todo se acomoda.
Pero temo a la muerte si tú no estás conmigo.
Acompáñame cuando llegue esa soledad, te ruego. Toma mi mano y dime una palabra. Cualquier palabra; la que sea. Me bastará escuchar tu voz para quedar tranquilo.
No puedo morir sin ti, amada. Ven con la muerte, entonces, y déjame en sus brazos. Seremos tres: tú, la muerte y yo. Así hemos sido siempre, es la verdad: tú, yo y la muerte. Así vamos ahora por la vida; así en la muerte iremos cuando el ahora se vaya.
¡Hasta mañana!...