Jean Cusset, ateo con excepción de las veces que evoca el recuerdo de su madre, dio un nuevo sorbo a su martini -con dos aceitunas, como siempre- y continuó:
-Bien hizo el buen Dios al fijarnos a la tierra por medio de la gravitación universal. De otra manera muchos soñadores -poetas, filósofos, enamorados- se lanzarían de clavado a las estrellas. La ley de la gravedad, tan eficaz, impide esa alta locura celestial. Pero si no podemos ir hacia las estrellas que están fuera de nosotros, sí podemos en cambio ir hacia las estrellas que llevamos dentro: nuestros sueños; nuestras esperanzas; nuestro amor. Esas estrellas sí las podemos alcanzar. Están en nosotros, dándonos su luz para no extraviar el viaje.
Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!...