Me gustaría que conocieran ustedes a doña Gume -doña Gumersinda-, esposa que fue de don Marcial.
Este señor, quizá por causa de su nombre, trataba con rudeza a su mujer, y muchas veces pasaba de las palabras a las obras. Ella sufría con paciencia sus maltratos: así se usaba entonces. Pero no hay mal -ni Marcial- que dure cien años, y uno de aquellos años se le acabó la vida a don Marcial. Murió precisamente el Día de Muertos. Su viuda no asistió al entierro. Les dijo a los muchachos: "A’i entiérrenlo ustedes, que llevan su sangre. Yo lo conocí en un baile".
Desde entonces el Día de Finados doña Gume se compra un kilo de naranjas, un cucurucho de tejocotes y una caña. Se sienta frente a la puerta de su casa en el Potrero y disfruta en sabrosa paz esas delicias. Ya no oye gritos, ni sufre malos tratos; no siente ya temor ni desazón. A las vecinas, que le reprochan que no le lleve flores este día a su señor, les dice:
-A ver quién se las lleva. Yo estoy celebrando mi cumpleaños: nací el Día de los Muertos.
¡Hasta mañana!...