Me habría gustado conocer a doña Concepción Illescas viuda de Morante, originaria y vecina de Pamplona.
Esta señora ofrecía cada año una misa por el eterno descanso del alma de don Quijote de la Mancha.
Sus amigas hacían burla de ella. Le decían: "¡Pero, Concha! ¡Si don Quijote no existió!". Les contestaba ella: "¿Cómo sabéis?".
Yo creo que la señora viuda de Morante estaba muy puesta en la razón. Ciertamente el hidalgo de La Mancha tiene más vida que aquél que se la dio. Pero sólo quien tiene mucha alma puede ofrecer una misa por la de don Quijote.
Yo no tengo mucha alma. Y la poca que tengo no la tengo en su almario. No ofrezco, pues, misas a don Quijote. Pertenezco a la opaca especie de quienes acomodan sus actos a la realidad. Soy incapaz de ofrecer una misa por el alma de don Quijote. Y ni siquiera tengo el alma suficiente para ofrecer una misa por el alma de doña Concepción Illescas viuda de Morante, originaria y vecina de Pamplona.
¡Hasta mañana!...