Jean Cusset, agnóstico aficionado, dio un pequeño sorbo a su martini y siguió escuchando la conversación que sostenían sus vecinos de mesa. Eran dos hombres que veían a dos mujeres, madre e hija, sentadas en otra mesa. Uno de ellos dijo:
-¡Qué muchacha tan hermosa! ¡Y pensar que dentro de algunos años estará como su madre!
El otro respondió:
-Yo prefiero pensar que hace algunos años la madre era tan bella como es ahora su hija.
Jean Cusset, con la innegable autoridad que su cinismo le concede, se dirigió a los dos.
-Usted nunca disfrutará de la vida -dijo al que había hablado primero-. Le falta la imaginación que se necesita para ser generoso.
Y así diciendo dio el último sorbo a su martini -con dos aceitunas como siempre- pidió su cuenta, y al salir echó una mirada a la madre. La señora se puso nerviosa, y se sintió de pronto como si tuviera la misma edad de su hija.
¡Hasta mañana!..