Antonio de Villegas fue uno de los más grandes comediantes del Siglo de Oro español. De él dijo Lope de Vega, su contemporáneo, que "sacaba con propiedad los afectos y efectos de las figuras".
Villegas conoció a una gitana y se enamoró de ella. Con ella entró en amores. Un día la muchacha le pidió que le jurara algo: ya nunca más diría una palabra de amor a otra mujer. Juró el actor. La gitana le puso la mano sobre la boca y murmuró algo en su lengua.
Una noche, al representar cierta comedia de Lope, Villegas debía recitar unos versos amorosos a la actriz que lo acompañaba en la escena. Las frases no salieron de sus labios. Tres veces intentó decir su parlamento y otras tantas no pudo articular palabra. El público, impaciente, lo siseó. Esa noche terminó la carrera de aquel famoso actor.
La historia que he narrado es cierta. La relató el marqués de Montesclaros en un informe que presentó a Felipe III a propósito de las hechicerías en su reino. Creo en la historia: ningún hechizo hay tan poderoso como el hechizo del amor.
¡Hasta mañana!...