No sabe reír quien no ríe de sí mismo. Yo lo hago a cada rato. La otra opción sería llorar, y eso hace gastar mucho en pañuelos.
Voy a contarles algo que me pasó en la Feria Internacional del Libro, en Guadalajara. El chico que me asistió como edecán me comentó:
-He observado que muchos autores jóvenes son petulantes, vanidosos; se dan mucha importancia. En cambio, mientras más años tiene un escritor, es más sencillo. Usted, por ejemplo, es sencillísimo.
En Monterrey una señora vino a mí cuando estaba yo en un centro comercial tomándome un cafecito sin hacerle daño a nadie. Me dijo esa señora:
-Lo felicito, licenciado. Qué bien se ve. ¡Y con tantos años!
No me importa tenerlos, ciertamente. Todos los he vivido en plenitud. He procurado ser feliz y dar felicidad a los demás. Cuando llegue la muerte espero recibirla como quien al final de una gozosa fiesta recibe a un mensajero que viene a invitarlo a una nueva fiesta.
¡Hasta mañana!...