Este árbol es un pino. Crece junto a la casa, solitario. No sé qué extraño viento lo trajo hasta mis cercanías. (Quizás el árbol se pregunta qué extraño viento me trajo a mí junto a él).
Es alto y verde el pino. Frente a la blanca pared se mira como un cuadro de Van Gogh. En el invierno los otros árboles parecen muertos. En la neblina este árbol parece aún más vivo.
Yo quiero mucho al pino. A veces voy a él y toco sus ramas como en saludo a un amigo. Él me ofrece su fronda y su lección: aunque a veces se pierda entre las brumas, el verdor de la vida siempre está. Nos espera; debemos ir a él -ir a la vida- con la alegría del que sabe que todo es perdurable. Aun nuestra efímera fragilidad tiene la marca de lo eterno.
¡Hasta mañana!...