En el Potrero la gente vive las posadas como si todo el rancho fuera un solo hogar. La procesión va tras los Peregrinos y entona el canto de pedir posada. Dentro de la casa -una distinta cada día- voces de hombres niegan la entrada al carpintero y a su esposa, hasta que saben que son José y María, y entonces abren al Misterio de par en par las puertas.
Se dicen las oraciones del rosario; los niños quiebran una piñata humilde, y luego se sirve la cena de tamalitos y buñuelos acompañados con champurrado y ponche.
Parece cosa de ayer ésta que digo, pero sucede hoy. La Navidad no pasa nunca, aunque tan pronto pase. Vuelve otra vez, regresa siempre, pues representa la esperanza en un mundo que desespera, y la alegría en un tiempo entristecido.
¿Cuántas navidades he visto como ésta? Muchas ya. Pero son una sola. Otras veré, quizá. Serán la misma.
¡Hasta mañana!...