ENERO HA SIDO un nuevo encontronazo con la realidad. Acallados que han sido los villancicos de la Navidad, tranquilizada la esquizofrenia de compra de garras y trapos, apagadas que han sido las lucecitas que engalanaron las casas de los nuevos Cheby Chase, los mexicanos inician fatigados su caminar por la penosa cuesta de enero con la terrible verdad de que se ha disparado el precio de la masa y la tortilla.
Y ES QUE SIENDO la tortilla el alimento básico desde Carlos Slim hasta el último y más indigente mexicano, su alza viene a impactar muy agresivamente la economía de todos y cada uno de los millones de habitantes que poblamos este pedazo de tierra llamado México.
ANTES DE LA GLOBALIZACIÓN de las economías cuando la dictadura perfecta del PRI regía del Río Bravo hasta Chiapas, estos asuntos de los alimentos y de la canasta básica se manejaban de otra y muy diferente manera. Con parte de los impuestos que todos pagamos se creaba una política llamada distributiva, que tenía como objetivo subsidiar algunos productos alimenticios que de una u otra manera no pueden quedar al arbitrio del juego del mercado de oferta y demanda y cuyos precios podían impactar de manera severa al ingreso familiar.
ESTA POLÍTICA fue anatematizada de manera general e indiscriminada, por los economistas seguidores de la llamada ?Escuela de Chicago?, así denominada por haber sido fundada en la escuela de Economía de la Universidad de aquella ciudad en el Estado de Illinois.
EL SISTEMA DE ECONOMÍA mixta instituyó una serie de instrumentos y equilibrios (Conasupo, control de precios en la Canasta Básica, precios de garantía) todo esto con el fin de llegar a sustraer de las reglas bárbaras que imperan en el mercado libre, por lo menos un mínimo de cinco o seis productos alimenticios que constituyen la elemental subsistencia de una familia en un país empobrecido; pero todo esto terminó. Para bien o para mal aquello acabó. Ahora estamos un el mercado libre y sujetos a las férreas leyes de la oferta y la demanda.
POR LO PRONTO y para que nos vayamos todos educando, el kilo de tortilla en envoltorio de papel cuesta diez peso. Si este nuevo precio lo contrastamos con el Salario Mínimo aprobado para esta zona que es de $47.60 pesos, resulta que un trabajador puede comprar hasta 4.7 kilos del preciado alimento con un día de trabajo. Desde ostra perspectiva, un obrero que compre en un kilo de tortilla, tendrá un remanente de $37.60 pesos para derrochar en todo lo demás: esto es, renta, transporte, luz, gas y agua.
DE AHÍ QUE LA FAMOSA Bartola, aquélla a quien le dejaba el marido dos pesos para el gasto, resultaría ahora una gastalona comparada con los millones de Bartolas que hoy se truenan los dedos para poder alimentar miserablemente a su familia.
LO QUE SÍ FUE de risa loca, es declaración que hizo el secretario de Economía, el inefable Eduardo Sojo, quien recomendó a todas las Bartolas de México que estén inconformes con los nuevos precios de la tortilla, para que de inmediato inicien un procedimiento de inconformidad ante la Procuraduría Federal del Consumidor. ¿Tendrá este señor progenitora?
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