EL TEMA DEL ABORTO ha sido siempre difícil y controvertido. Por muchos años y en todas las épocas ha originado agrias y arrebatadas polémicas así como acaloradas discusiones. Las posiciones que sobre este asunto se han formulado han sido materia de sesudos análisis que finalmente no han llegado a ningún consenso.
TRATÁNDOSE DE UN TEMA que levanta tantas pasiones, jamás sería mi intención defender una u otra de las posiciones: la que apoya el aborto o la que lo sataniza.
EN ESTE ASUNTO hay un elemento que estimo ha pasado desapercibido para la gran mayoría de las personas interesadas en el tema y que valdría la pena poner en el tapete de la discusión.
SI PARTIMOS DEL HECHO de que siendo la mujer el sujeto pasivo del aborto, es de reconocerse en estricta justicia, derecho, lógica y sentido común, que sea la mujer la única autorizada para opinar sobre el tema del aborto.
NI LOS HOMBRES como concepto de género y mucho menos las instituciones, llámense éstas como se quieran llamar, no tienen ni siquiera el derecho de opinar, sobre una tema que le corresponde biológicamente a la mujer y a su más íntima naturaleza como tal.
¿QUÉ LES PARECERÍA A LOS SEÑORES, que el día de mañana las mujeres se tiraran en manifestaciones callejeras para aprobar o desaprobar el asunto de la circuncisión o la vasectomía en los hombres?
LA MUJER POR derecho natural manda sobre su cuerpo. Son entonces las mujeres las únicas autorizadas para discutir y llegar en su caso a un acuerdo, sobre este tema que finalmente incide en su entidad biológica.
MUCHOS SEÑORES, las más de las veces afectados por su natural misoginia, se han venido tirando a las calles para gritar contra el aborto. ¿Quiénes son estos señores y quién les ha dado derecho para inmiscuirse en un tema que corresponde de manera exclusiva a las mujeres como género?
SI LOS SEÑORES FUERAN los que parieran, tengan ustedes la certeza de que jamás marcharían por las vías públicas para satanizar el aborto. Como dice el dicho: ¡Hágase la voluntad de Dios, pero en los bueyes de mi compadre”!
EL TEMA DEL ABORTO es delicado, difícil y controvertido, pero corresponde de manera exclusiva a la mujer. Dejemos que sean las propias mujeres las que se pongan de acuerdo sobre tan polémico y ¡embarazoso asunto!, pero por favor, que los señores saquen las manos de algo que es de la única y exclusiva responsabilidad e interés de las mujeres.
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