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MIRANDO A FONDO

Víctor G. González Avelar

YA REGRESARON y están aquí. Inician nuevamente su rutina diaria de trabajo y como dicen los clásicos, “los héroes están fatigados”. Tendrán que hacer una vez más, frente a la rutina y a las responsabilidades que impone la diaria sobrevivencia. Por lo pronto los recibos de la luz, del teléfono, los prediales y los estados de cuenta de las tarjetas de crédito, rebosan amenazadoramente en los buzones de las casas.

ALGUNOS SALIERON de vacaciones con recursos para poder hacerlo, pero la gran mayoría anda en estos momentos hincándose a las mil vírgenes para poder hacer frente al desfalco económico que estas vacaciones les cobrará de manera inexorable. Por fortuna, en esta ciudad en donde el agio y las casas de préstamo han proliferado como la mala hierba, nuestros bronceados paseadores serán auxiliados mediante el pago de un módico 15% mensual de intereses.

LOS QUE SI dieron materialmente ternura, fueron muchos mexicanos que quisieron ir a ayudar a la economía de las ciudades texanas y que en el intento sufrieron una serie de vejaciones que ni don Antonio López de Santana cuando fue aprehendido en San Jacinto, por los levantíscos he insurrectos colonos texanos.

RESULTO QUE LOS ENCARGADOS de revisar los papelitos de los inocentes mexicanos habidos de gastar su dinerito en el otro lado se pusieron sus moños, y pasándose por el arco del triunfo los pasaportes legalmente expedidos por el Gobierno de México y las Visas con que el propio Gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica había autorizado la entrada al país vecino, no sirvieron para nada.

EL ESPECTÁCULO era verdaderamente kafkiano. Las burlas que toleraron algunos de nuestros paisanos llegaron a estos puntos: Los de la cachucha empezaron a exigirles sus estados de cuenta bancarios, la inscripción de los menores en colegios, ¡las boletas de calificación escolar¡, recibos del teléfono, del cable para acreditar domicilio, entre otros y variados documentos. Nada más faltó que les exigieran acreditar estar vacunados contra la rabia.

DESPUÉS DE HABER pasado este vejatorio trance, los machos y bragados mexicanos se quitaron el sombrerito de paja, lo manejaron nerviosos entre sus dos manos, agacharon la cabeza y mirando muy humildes al suelo dijeron: ¡Gracias patroncito por permitirnos gastar lo que tenemos y hasta lo que no tenemos en esos pueblecito texanos¡ y que para recordatorio a las nuevas generaciones, antes de haber sido despojados formaban parte de Coahuila.

PASADAS QUE FUERON LAS VERGÜENZAS, nuestros paisanos arrancaron veloces en sus camionetas, igualito como sucedía en aquella legendaria película “Mecánica Nacional” y aunque humillados, enfilaron felices rumbo al paraíso perdido.

DE REGRESO y habiendo fortalecido la economía de los texanos, aquellos estrictos agentes migratorios gringos ya no les exigieron papelito alguno, los dejaron reincorporarse agotados y abochornados a su patria cargado trapos y garras nuevas.

LA MERA VERDAD, es que los mexicanos no tenemos remedio.

Comentarios gaasoc@hotmail.com

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