LAS VOCES Y OPINIONES se pueden escuchar por todas partes del territorio nacional. Algunos opinan que no. Otros que sí y muchos no saben qué decir. Los señores de los derechos humanos que las más de las veces se olvidan de los derechos humanos de las víctimas del delito, se rasgan las vestiduras cuando del tema se trata.
LOS ESTUDIOSOS del derecho constitucional se tiran un clavado al texto de nuestra Ley fundamental y salen empapados de antecedentes históricos sobre el tema. Por otra parte, hay grupos que proponen se vuelvan los tiempos en que había orden en el país, y piden que el Ejército salga a las calles.
MIENTRAS CONTINÚA el desgastante debate que nos divide, continúan los crímenes impunes por todos los rincones de México. Ya el reconocido periodista Jacobo Zabludosvky calificó el espacio noticioso que trata los asuntos de la delincuencia organizada, como “El obituario nacional”, y tiene toda la razón. México vive días tristes y de muerte.
EN ESTAS CONDICIONES, la fracción parlamentaria del PRD en la Cámara de Diputados está exigiendo al presidente Felipe Calderón, devuelva al Ejército a sus cuarteles y deje en manos de las autoridades civiles el combate a la delincuencia organizada.
POR DESGRACIA y todos lo sabemos, los cuerpos policiacos municipales y estatales, solamente están capacitados para cumplir y hacer cumplir los bandos de Policía y buen Gobierno. No tiene la preparación que da años de aplicación en la materia, ni mucho menos cuentan con el armamento suficiente y eficiente para hacer frente con éxito, a este nuevo enemigo que ahora pretende poner de rodillas a México.
MÉXICO HA TENIDO malas experiencias históricas de cuando el Ejército ha salido de sus cuarteles. No fue sino hasta los regímenes priistas y después de ciento cincuenta años y de asonadas y cuartelazos, que el Gobierno al fin pudo reubicar a las instituciones armadas en sus cuarteles y reafirmándolos como los garantes de la seguridad de los mexicanos y los defensores de sus instituciones.
DE AHÍ que desde el punto de vista histórico, podría argumentarse que no es conveniente que el Ejército realice en las calles actividades que corresponden de manera exclusiva a la autoridad civil; pero por otra parte, la autoridad civil no puede y se encuentra impotente ante un hecho incontrovertible, como lo es la delincuencia organizada que la ha rebasado.
MIENTRAS LA AUTORIDAD civil no se reorganice para poder enfrentar con eficacia a la delincuencia será necesario, por ahora, que el Ejército coadyuve con las instituciones del Gobierno Federal, las estatales y los de los ayuntamientos en la lucha contra éste flagelo que pone en peligro la seguridad nacional y la misma gobernabilidad del país.
QUE EL EJÉRCITO salga a las calles, llamémoslo por ahora como un mal necesario y sabedores de los riesgos que esto pudiese traer consigo para los mexicanos; pero México no tiene por ahora otras opciones a las que pudiera recurrir para resolver este enorme problema.
CONFIEMOS PUES en el presidente de los mexicanos y en las fuerzas armadas, ya que no tenemos por el momento, una mejor alternativa.
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