Hay personas y organizaciones que nada más no quieren aprender de sus errores, e insisten en accionar de maneras que históricamente las han llevado al fracaso. El por qué de ese empeño en hacer lo indebido, a pesar de todas las evidencias de lo contraproducente que resulta, constituye uno de los grandes misterios del Universo, junto a la composición de la Materia Oscura y por qué la mitad del aguacate con hueso tarda más en echarse a perder que la mitad que no tiene hueso. Ustedes me entienden.
Y es que el PRI no se ha dado cuenta de que la mayoría de la población ya no se chupa el dedo y sabe distinguir entre los malos y los menos malos. Más aún, entre los malos y los peores. Pero insiste en defender lo indefendible, como si tuviera todavía algún capital político que malgastar.
La prueba más evidente de ello fue la nominación y consecuente catástrofe de Roberto Madrazo el año pasado. Un malandrín cuya vida política había estado sustentada en el peculado, la tranza y la traición y que ganó la nominación quemando a otro malandrín como él, fue presentado a la nación como un posible futuro presidente. ¡Por favor! Cualquiera podía ver que ese candidato era impresentable, que simbolizaba un pasado rebasado y era el adalid de las peores lacras del tricolor. ¿Resultado? Un fracaso estruendoso.
Pero como decíamos, no escarmientan. Y ahora el priismo nacional (o al menos su notable dirigencia) insiste en tropezar con la misma piedra, tomando las armas para defender a truhanes que no merecen el mínimo respeto, ya no digamos el esfuerzo de protegerlos.
En unos pocos días, el liderazgo tricolor ha dicho que hará todo lo posible por arropar a eminencias como el gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz; al de Puebla, Mario Marín; y al descharchado candidato a la gubernatura de Baja California, Jorge Hank. Un trío de personajes sombríos, pertenecientes a la prehistoria política más tenebrosa: a ésos se compromete a defender el PRI.
Los casos de Ruiz y Marín tienen que ver con los recientes dictámenes de la Suprema Corte de Justicia, que quiere indagar sobre las conductas ilegales de estos especímenes en los sonados casos del conflicto en Oaxaca y la deleznable aprehensión de Lydia Cacho. El de Hank, con que el Tribunal Electoral de su entidad determinó lo que era obvio: que su candidatura iba en contra de la ley local y no podía ser candidato a gobernador.
La verdad, cualquiera con un mínimo de decencia se deslindaría de cualquier relación con esos personajes. Pero el PRI quiere defenderlos a capa y espada. ¿Por qué? ¿Acaso considera el PRI que son los mejores hombres de su partido? En ese caso, el PRI está destinado a la extinción. A la extinción no sólo por su ineptitud para entender un país que ha cambiado sin que el partido lo haya hecho. Sino también, vía simple suicidio por ceguera. Que con su pan se lo coman.