Víctor G. González Avelar
NUESTRA CIUDAD DE TORREÓN se fundó con un espíritu de grandeza y altura de miras. Un punto pequeñito perdido en los desiertos del norte de México, sobre una interminable planicie árida y solitaria, surgió como un ejemplo de que hasta lo más difícil es posible, cuando existe la voluntad de dominar el desierto y saber convivir con él.
PUNTO DE ENCUENTRO de muchas etnias Torreón se conformó gracias a la presencia de hombres y mujeres venidos de todos los horizontes de México y de todos los continentes.
COMO SI HUBIERA EXISTIDO un pacto previo entre muchos seres que nunca se habían conocido ni sabían entre sí de su propia existencia, bajaron un día en la polvorienta estación del Ferrocarril Central, cargando una modesta petaquilla llena de unos cuantos trapos y con el alma plena de sueños, ilusiones y ambiciones.
NADIE CONOCÍA el punto del desierto al que venían; pero la pequeña comunidad ya se había ganado fama de ser una tierra de promisión y oportunidades, y como tal, su renombre campeaba en muchos países y regiones.
EL ALGODÓN, el oro blanco, hacía ricos de un año para otro a los aparceros, propietarios, terratenientes o rentistas de la tierra. El Río Nazas cubría con sus vivificantes avenidas las tierras desde Rodeo en Durango, hasta San Pedro de la Colonias en Coahuila. Fue este oro blanco el que generó y consolidó la bases económica y financiera para el despegue de Torreón.
FUE ASÍ como una compleja y abigarrada unión de seres humanos venidos de la China, de Líbano, Siria, Palestina, Bélgica, Alemania, Francia, Grecia, España, Suiza y otras regiones, tomaron la decisión de asentarse en medio de un desierto para realizar un sueño: el que los había traído desde tan remotas regiones.
DESDE EL PRINCIPIO nuestros pioneros crearon las cosas pensando en grande. Primero hicieron una revolución para imponer las garantías sociales e individuales de que ahora disfrutan todos los mexicanos; después realizaron la traza más moderna de una ciudad en México, con amplias calles y avenidas; levantaron hoteles, comercios, casinos y casas de cantera que para su momento fueron realmente singulares. Bancos, comercios, bodegas, casas de herramientas, fábricas textiles, metalúrgicas, tranvías eléctricos, alumbrado público, sistemas de agua potable y drenaje; construimos el primer estadio de concreto y con alumbrado nocturno en México; se dotó a la ciudad de novedoso alumbrado público a base de gas mercurial; se creó la más importante cuenca lechera del país; se erigieron más de 21 universidades de estudios superiores y tecnológicos, todo esto, entre otras muchas cosas importantes y significativas. Todo esto fue logrado por los pioneros en una zona inhóspita, bajo el abrasador calor de la canícula, las tolvaneras y un inclemente frío invernal.
TODO LO QUE tenemos a la vista nos ha sido legado por los pioneros y por lo mismo, a las nuevas generaciones les corresponde conservarlo y acrecentarlo con imaginación, talento y esfuerzo. Nada nos ha sido dado gratuitamente. Los logros y resultados son producto del trabajo de pasadas generaciones.
MUCHOS AHORA PIENSAN que todo esto siempre ha existido; pero se equivocan. Cada ladrillo fue puesto uno a uno y los que vienen, deberán hacer lo mismo: poner cada nuevo ladrillo uno a uno.
FELICITÉMONOS POR TORREÓN, una joven ciudad de 100 años.
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