“Los solteros deberían pagar más impuestos. No es justo que algunos hombres sean más
felices que los otros”.
Óscar Wilde
Hace ya algunos meses escribí en este espacio que los políticos que estaban preparando la reforma fiscal debían tener muy claro su propósito. La reforma fiscal no podía ser simplemente recaudatoria. El objetivo debía ser construir una economía más eficiente y competitiva de manera que la mayor recaudación fuera consecuencia de un mayor ingreso de los mexicanos y no de desplumar más a los que ya pagan.
Pero las medidas que surgieron del acuerdo entre el PAN, el PRI y el Gobierno del presidente Felipe Calderón son simplemente recaudatorias. Lejos de hacer más competitiva a la economía, cobran más a los que ya pagan, complican más el pago de impuestos y no combaten de manera eficaz la informalidad.
La mayor parte de la atención de los medios de comunicación se ha enfocado al nuevo impuesto de 5.5 por ciento sobre la gasolina, el diesel y otros combustibles. Tan fuertes han sido las críticas a esta medida que los políticos ya están buscando formas de compensar este gravamen a ciertos grupos de la sociedad, lo cual volvería todavía más complejo e inequitativo el sistema. La verdad, sin embargo, es que el impuesto a la gasolina es cuando menos ecológico, sencillo y de aplicación general, y el precio que resulte del combustible seguirá siendo inferior al de la mayoría de los países del mundo. No, este gravamen es el menos preocupante del paquete.
Mucho más inquietantes son los demás, como el IETU, el Impuesto Empresarial de Tasa Única, que añade una nueva complejidad a un sistema ya confuso. A las nueve contabilidades que ahora deben mantener las empresas, señala el contador Vicente Morales Villagrán, ahora se añade una más.
No hay certeza todavía si el IETU impuesto será acreditable en Estados Unidos y otros países del mundo. Pero si no lo es, la consecuencia será un desplome de la inversión extranjera en nuestro país con la consiguiente pérdida de empleos… y por supuesto de recaudación.
El pecado original de la CETU, que era la falta de deducibilidad de las nóminas, se ha atenuado. Si bien los pagos de salarios no serán deducibles del nuevo IETU, habrá mecanismos de compensación que permitan eliminar el castigo que se estaba aplicando a la generación de empleos. El problema es que esto hace más complicada la contabilidad, cosa que no habría ocurrido si simplemente se hubiera permitido la deducción de nóminas como se hace en cualquier país del mundo.
El costo de la nómina, sin embargo, aumentará para las empresas cumplidas que entreguen vales de despensa. Éstos no serán deducibles del IETU. A las empresas no les convendrá pagar en efectivo lo que hoy reparten en vales, porque esto haría que tuvieran que cubrir Seguro Social sobre estos montos, lo cual representaría un 30 por ciento contra el 16.5 por ciento del IETU (que después subirá a 17.5 por ciento). De manera que a las empresas les subirá el costo de la nómina y se crearán menos empleos formales, y en consecuencia seguramente tendrán que subir sus precios.
Quienes reciben ingresos no salariales, como los prestadores independientes de servicios o arrendadores, sufrirán un aumento en su carga fiscal por la eliminación del subsidio que se les aplicaba en el ISR para equipararlos a los asalariados. Este aumento se aplicará a quienes ganan entre 10 mil y 50 mil pesos al mes, según el contador Morales Villagrán.
El ahora llamado Impuesto sobre Depósitos en Efectivo (IDE), antes Impuesto contra la Informalidad (CI), afectará más a las grandes empresas que manejan grandes cantidades en efectivo, como los supermercados, que a los informales. Éstos simplemente se abstendrán de depositar sus ingresos en los bancos (quizá surja una banca informal) o absorberán el 2 por ciento como un impuesto mínimo después de gastos.
Las empresas comerciales, mientras tanto, tendrán que llevar una contabilidad adicional sobre sus ingresos en efectivo. Los bancos les retendrán el 2 por ciento que entregarán al Gobierno mientras se tramita la devolución. Si por alguna razón en un mes o en un año estas empresas no tienen saldo para compensar, el Gobierno se quedará con el dinero. Pero incluso cuando se acredite, Hacienda estará jineteando una cantidad enorme de fondos durante un periodo que aún no se ha definido.
No niego que estas modificaciones tengan algunos aspectos positivos; pero en términos generales son regresivas, debido a que representan un aumento de impuestos para quienes ya pagan, complican aún más el ya difícil sistema fiscal mexicano, mantienen la inequidad y no le hacen mucho daño a quienes no pagan impuestos. No se trata, de hecho, de una verdadera reforma fiscal que haga más competitiva a la economía mexicana. Si acaso es una miscelánea más, sólo que peor que las anteriores.
EL RANCHO DE FOX
“Marta y yo podemos dedicarnos a una vida tranquila”, dijo Vicente Fox a la revista Quién. Y no sorprende que lo pueda hacer, si vemos el lujo que el reportaje muestra en su rancho de San Cristóbal. Quienes vieron la pobreza de ese predio antes de su Presidencia, pueden peguntarse hoy de dónde vinieron los recursos para su remozamiento. ¿O acaso Fox vendió cocinas para Arturo Montiel durante los años en que fue presidente de la República?
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