Poco confiables, veleidosos, ajenos al interés del país, invadidos de simuladores, farsantes y arribistas, poco profesionales y sin duda corruptos. Esos son algunos de los “atributos” que los mexicanos ven en los partidos políticos. Las diferencias entre unos y otros no son de peso. Y sin embargo todo indica que “con estos bueyes habremos de arar”. Por ello lo que ayude a su renovación es bienvenido. Lo que ocurra al PRI nos incumbe a todos.
Beatriz Paredes es una política de corazón, de vocación. Es una profesional de la política. En estos tiempos eso, en sí mismo, es una buena noticia. Lo festejamos con la candidatura de Calderón, lo festejamos ahora. Honestidad, oficio y entrega no están en duda. Pero, ¿de verdad sabe Beatriz Paredes cuál puede ser el rumbo de un partido político moderno, de avanzada, progresista? ¿O quizá sus orígenes partidarios la inclinan por lo que Felipe González ha llamado “utopías regresivas”? Redefinir al PRI hoy como un partido de centro izquierda pareciera un verdadero contrasentido.
México es un país con casi el 80 por ciento de población urbana. La Encuesta Mundial de Valores 2004 muestra como un 51 por ciento de la población se define como de derecha un 33% de centro y sólo un 16 por ciento de izquierda. En una escala del uno al diez, donde cero es izquierda radical y diez derecha radical, México aparece en el 6.17 o sea más cargado al centro derecha. Un 49% de los menores de 30 años se definen como de derecha contra sólo el 19 por ciento de izquierda. Por el perfil de nuestra pirámide poblacional y con alrededor de 700 mil matrimonios y uniones libres cada año, los valores de los mexicanos cambiarán aceleradamente en las próximas décadas. El establecimiento de la familia tiende acentuar la búsqueda de estabilidad, de patrimonio familiar. Un 82 por ciento de la población se define a sí misma como perteneciente a las clases de ingresos medios, (alta, media y baja). El promedio del salario que los mexicanos consideran justo es ocho mil 100 pesos. A dónde voy con todo esto: es claro que a México ya lo gobiernan las clases medias y el centro. La apretada victoria de Calderón se dio a pesar del discurso radical de la izquierda y de la división del voto de la clase media.
La población abocada al sector primario en particular la agricultura tiende a reducirse con rapidez, como ha ocurrido en todos los países desarrollados. El trabajador de cuello azul, el proletario marxista clásico, ya no crece de hecho en los países desarrollados decrece. Para bien y para mal las coordenadas de México ya son otras a las de Venezuela, Bolivia o Guatemala. La paradoja mayor es que las clases de ingresos medios son producto de los regímenes priístas. Redefinir al PRI como de izquierda puede brindarles un mejor sueño a varios dirigentes, es lo políticamente correcto, pero tiene poco que ver con la realidad. Los datos recientes de Reforma confirman lo dicho: por cada mexicano que opina que el PRI debería definirse como de centro izquierda hay dos que creen que lo mejor sería que se definiera como de centro derecha. Dentro del PRI la proporción es de uno a seis.
El PRI necesita nuevas definiciones, pero no es mirando hacia atrás como va a ser exitoso. Si alguna cualidad salvó al PRI del derrumbe de otros partidos hegemónicos es que fue ideológicamente “blando”. Lo que el PRI necesita es asumir nuevos códigos de justicia social. El gran generador de mayor igualdad es el empleo. Un empleo bien remunerado, con las prestaciones de Ley y flexible para poder seguir las modalidades de los mercados. Si el PRI se opone a las necesarias modificaciones a la Ley Federal del Trabajo que buscan su mayor flexibilidad estará luchando contra la justicia.
Una sociedad próspera sólo aparece allí donde el ahorro interno es alto. El ahorro interno depende centralmente de un sistema sólido de pensiones. Si el PRI se opone a la modificación del sistema de pensiones que urge implementar estará del lado de la injusticia. Los países justos son aquellos con un sistema fiscal fuerte y progresivo. Si el PRI se opone a la reforma fiscal agravará la injusticia. En los países con mayores índices de igualdad no existen prebendas para gremios o grupos. Si el PRI insiste en impulsar a los gremios por arriba de los derechos del ciudadano común, será un partido retrograda. La riqueza de las naciones hoy tiene poco que ver con el control estatal de áreas económicas. Lo importante es una buena regulación que incremente los niveles de productividad, eso si afecta a toda la población. Si el PRI no adopta ese rasero en relación a Pemex, CFE, Luz y Fuerza y otras, si sigue apoyando las prebendas gremiales y la improductividad a costillas del causante común, no habrá entendido nada. Hoy impera el ciudadano. El bienestar de las familias es la meta común, no el sector económico en que se encuentren. Si el PRI se empeña en que México perpetúe a sus campesinos tanto como sea posible -a pesar del fracaso casi generalizado del sistema comunal y ejidal que explica en buena medida los niveles de injusticia- no tiene futuro.
¿Podrá Beatriz Paredes imprimir un giro al PRI? Lo deseable es que así ocurra. Y quizá lo primero que tendría que hacer es emprender una clara reconciliación con el pasado, con las instituciones que nos rigen, incluido el IFE, creadas también por el PRI, con los tecnócratas, con el TLC que es uno de sus grandes logros y en general con esa palabra mal vista: la modernidad. Una purga de corruptos no le caería nada mal. En 2006 el elector opinó sobre el actual rumbo: los mandó al hoyo. Si Paredes logra el giro el PRI tendrá futuro. De fracasar ahora sí podríamos asistir al funeral de ese partido.