Modifican imagen de la Santa Muerte
Su nueva imagen es una mezcla de un párrafo de la Biblia, una pintura y una supuesta aparición a una persona no devota.
Los creyentes de la Santa Muerte miran al extraño, al Ángel de la Santa Muerte, en el altar principal de la casona de la calle de Bravo 35. Satisfecha la curiosidad, mejor se acercan al nicho contiguo, donde rige “la chida” en su versión cadavérica, que les impone respeto, cierto miedo, que les transmite que tiene el poder que resuelve las calamidades humanas.
Aye fue la fiesta de la Santa Muerte en ese templo de la colonia Morelos, enclave popular donde la gente no es ajena a tatuajes, palabras altisonantes. El sello local es gutural: “Aquí estáaa la santitaaa”, palabras dichas con el melodioso método del “bara-baraaa...” Hay muchas mujeres con hijos y nietos. Los más devotos llevan ofrendas a la osamenta con una túnica. Creen en ella. La atmósfera está cargada de fe.
Sus devotos cargan figuras de variados tamaños. Subirán a sus altares personales sus imágenes benditas. Acuden a esta fiesta con medallas, anillos, llaveros, aretes con la figura de siempre. Al ángel, al relevo, la tribu lo ve con recelo. Prefiere la calavera.
En las banquetas hay gente sentada, con réplicas de la Santa Muerte en versión clásica, “la chidaaa”, a la que en una oración colectiva, dirigida por el líder Juan Díaz Parroquín, le piden beneficios y ayuda para todos. -¡Alabada seas! ¡Sólo los justos pueden verte diferente! La tribu de los devotos está atenta.
Portan imágenes, como arsenal de sobrevivencia y también en la mano derecha sostienen un plato con comida. Se repartieron tacos de guisado de chicharrón, arroz y frijoles, de grandes casuelas, de parte de creyentes de hueso colorado.
Entran a la casa-templo más devotos con veladoras, fruta, dulces y con lo básico: Peticiones de ayuda ante lo muy difícil y de protección ante las fuerzas de la maldad.
La fe humedece los ojos, desvanece tribulaciones.
La pobreza y la abundancia dan señales de presencia. Gruesas cadenas de plata, medallas de gran tamaño, forman altares ambulantes al pecho de hombres y mujeres.
Hay devotos que no tienen ni para la manzana o un dulce de tributo a la “santita”. Su rito es su creencia total. El gusto no se acaba con portar un figura. Se vale colgarse tres, cuatro, más medallas. Y es que hay variantes de la Santa Muerte para la Protección, el Amor, la Salud, la Abundancia...
Esa casa y sus creyentes, en lo profundo de la raíz popular de la Ciudad de México, tienen un huésped nuevo: el Ángel de la Santa Muerte, que entronizó el domingo el líder del culto David Romo.
Pero no hay copias del recién llegado al altar principal. -¡Te pedimos por el Santo Ángel de la Santa Muerte! -¡Escúchanos, Padre!-, dijo la tribu mecánicamente. -¿Y si le pasa como a Juan Diego?-, se pregunta un curioso.
