“El dinero es como un brazo o una pierna. O se usa o se pierde”.
Henry Ford
Ahora que Carlos Slim ha sido declarado “oficialmente” el hombre más rico del mundo, han surgido nuevamente las ya tan usuales críticas en contra de él y sus empresas. Particularmente negativo ha sido un artículo de primera plana del Wall Street Journal, el más importante diario financiero estadounidense, que atribuye la fortuna de Slim a sus supuestos monopolios. De hecho, el artículo designa al empresario mexicano como “Mr. Monopoly”.
Pero ¿realmente podemos atribuir la fortuna de Slim a actividades monopólicas? La información disponible simplemente no avala esta afirmación.
Quizá la empresa de Slim a la que más se puede acusar de ser o haber sido un monopolio es Teléfonos de México. Esta compañía tuvo un monopolio real cuando fue propiedad del Gobierno, que curiosamente nadie cuestionaba. Al privatizarse en 1990, el Gobierno le garantizó seis años más de monopolio, aunque sólo en el mercado de larga distancia.
A cambio de este monopolio, Telmex tuvo que aceptar varios y onerosos compromisos, entre ellos, el de invertir 10 mil millones de dólares en los siguientes seis años para reemplazar cables y equipo. Además se le requirió ofrecer telefonía en comunidades rurales aisladas, en un servicio que no podía ser rentable.
¿Compensaban las ventajas del monopolio el costo de estas condiciones? Es difícil saberlo. Lo lógico habría sido eliminar el monopolio desde el primer momento, pero el Gobierno en aquella época consideró que era importante obligar a Telmex a hacer las inversiones en modernización de infraestructura y en el servicio a comunidades rurales. Y sin duda los usuarios de la telefonía rural pueden agradecer esa decisión.
Desde 1997 Telmex no ha tenido un monopolio formal. Con la apertura entró al mercado de larga distancia un gran número de empresas, entre ellas algunas extranjeras y muy poderosas, como AT&T y MCI. Una sola llamada bastaba ya para cambiar de proveedor. O incluso menos. A muchos clientes se les mudó a otras empresas sin su consentimiento. En un principio Telmex perdió terreno en el mercado, pero luego lo recuperó a fuerza de ofrecer servicios más competitivos.
Hoy en día Telmex es una empresa dominante en telefonía fija, pero dista de ser un monopolio. El artículo del Wall Street Journal dice que tiene el 92 por ciento del mercado; la cifra real, sin embargo, es más bien cercana al 60 por ciento, por lo menos en términos de volumen de negocios. Los clientes, sin embargo, pueden contratar sin problemas con otras empresas.
Si en telefonía fija puede pensarse que hay alguna razón para argumentar que Telmex tiene un monopolio, el asunto es muy distinto en telefonía celular. Iusacell, originalmente de Alejo Peralta, fue la empresa a la que primero se le dio la concesión de telefonía móvil en México. Durante años, de hecho, gozó de un verdadero monopolio. Después fue vendida a Verizon de la Gran Bretaña y Vodafone de Estados Unidos. Iusacell y Telcel tenían entonces una participación de mercado similar: de alrededor de un millón de suscriptores cada una. Telcel despegó porque empezó a aplicar un sistema de prepago, que los directivos de Iusacell vieron con desprecio porque no existía en sus países de origen. Hoy Telcel, con más de 40 millones de usuarios y con un valor superior a Telmex, tiene un 70 por ciento del mercado, pero no por que goce de un monopolio sino porque hizo gala de una capacidad de innovación que sus rivales no entendieron sino hasta mucho después.
En cuanto a las demás empresas de Slim, es difícil afirmar que gocen de monopolios. Ni Sanborn’s ni Sears, ni Condumex ni Cigatam, ni Inbursa ni Ideal, ni Hoteles Calinda ni las telefónicas latinoamericanas… en efecto, ninguna de las otras casi 200 empresas que forman parte del imperio de Slim tienen monopolios.
Carlos Slim ha mostrado una enorme capacidad para encontrar empresas de pobre desempeño, comprarlas a precios de ganga y darles la vuelta. Esto lo hizo con firmas que él ha manejado directamente, como Sanborn’s. Cada crisis financiera ha sido tiempo de compra para él.
También ha sabido encontrar oportunidades en inversiones puramente financieras o en las que ha sido un socio pasivo. Sus compras y posteriores ventas de acciones de Apple y Televisa son un ejemplo. En el caso de MCI, Slim adquirió acciones de esta empresa estadounidense —competidora de Telmex— cuando un escándalo contable hizo que el precio se desplomara. Pero Slim vio en MCI un valor intrínseco muy superior a su cotización en bolsa. Cuando finalmente vendió, la operación le resultó enormemente redituable.
Slim no es un candidato a la canonización. Se trata de un empresario durísimo que no se tienta el corazón al competir con sus rivales. Pero de ahí a decir que es Mr. Monopoly, un empresario que le debe su fortuna a una serie de monopolios protegidos por el Gobierno, hay una distancia enorme. En este sentido el artículo del Wall Street Journal es simplemente falso.
TURISMO EUROPEO
La razón por la cual no hay más turismo europeo en nuestro país, me dice un conocedor, es simplemente porque no hay más vuelos. Las rutas entre México y los países de Europa tienen un nivel de ocupación cercano al 90 por ciento. Sólo abrir vuelos directos entre México e Italia nos traería miles de turistas adicionales cada semana. En este mercado saturado hay una oportunidad de negocios para quien quiera invertir en vuelos nuevos, lo cual beneficiaría al sector turístico de nuestro país.