Con ese grito de guerra las abuelas se referían a la variopinta multitud que pululaba en las calles de la colonia practicando el juego de moda o nomás maloreando a los transeúntes; ¡muchachos de porra! era la más severa admonición y constituía una seria advertencia: le bajan o ya verán y generalmente daba resultado aunque sólo fuera por un rato.
En México el problema de los grupos de animación conocidos con el sudamericano mote de barras amenaza con salirse de todo control y por ello es plausible el esfuerzo de las autoridades federativas de tomar medidas importantes tendientes a erradicar la violencia y la inseguridad dentro de los estadios y alrededor de los mismos en los encuentros del torneo nacional.
El hecho de prohibir la entrada a los grupos cuando su equipo juegue como visitante es efectivamente una medida radical, pero la considero apropiada toda vez que de la propia naturaleza de estos conglomerados se desprende que deberían asistir al estadio a animar a su cuadro favorito y es a lo único que no se dedican.
Las famosas barras se autodenominan bravas por su tendencia al pillaje, la provocación, la majadería generalizada, la falta de respeto a los otros aficionados sean o no afines a ellos y a su capacidad para generar incidentes violentos en los cuales ronda permanentemente la tragedia.
Ya aparecieron los puristas de la legalidad invocando preceptos constitucionales que se están violentando en contra de los barristas como la libre asociación y tránsito pero bueno sería preguntarles a estos exegetas del Derecho dónde quedan las garantías de los verdaderos aficionados, sí, esos como usted que pretenden ir al estadio en pos de diversión y que tienen que escoger entre quedarse en casa o asistir a un campo de batalla con el Jesús en la boca y el rosario en la mano y bueno, de llevar a la familia ni hablamos.
Por supuesto que la medida es un primer paso, pues sigue la coordinación con las autoridades competentes para implementar castigos severos para estos vocingleros cantores del caos; urge realizar un censo de todos aquellos grupos que se identifican como organización con un club para facilitar el control y en su caso, la sanción; es necesario identificar las fuentes de financiamiento de los propios equipos que en muchos casos han sido propiciadores del mal del que ahora se quejan y hay que crear una cultura de la denuncia entre los asistentes a un estadio para que aquel que vaya por lana, salga por lo menos trasquilado.
Tomar como pretexto la descomposición social para permitir y solapar desmanes en los inmuebles deportivos es la clásica actitud medrosa de quienes dejan crecer los problemas hasta tornarlos irresolubles y de eso, la historia reciente del país tiene varios dolorosos ejemplos.
Bien por la Federación Mexicana de Futbol a la que en esta ocasión le aplaudo por tratar de meter en cintura a esos ?muchachos de porra?.
