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Myrna Soto y Paula Mues| Plaza Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

Myrna Soto y Paula Mues, integrantes de la comunidad universitaria, hicieron cada una por su lado sendas aportaciones a la historia del arte, la primera como profesora de la Escuela Nacional de Artes Plásticas y la segunda como estudiante del posgrado en la Facultad de Filosofía y Letras. Y sin embargo, un malentendido, un inadecuado enfoque de los trabajos de ambas está a punto de producir un cuestionable desenlace, resultado de la impropia tramitación de un asunto que, a su importancia específica añade el que pone en riesgo una de las mejores experiencias de la docencia reciente en la UNAM, resultado de la fructífera colaboración de esa Facultad y el Instituto de Investigaciones Estéticas.

En diciembre de 2005, el Seminario de Cultura Literaria Novohispana, perteneciente al Instituto de Investigaciones Bibliográficas publicó el libro Un Tratado de Pintura Novohispano, de la maestra Myrna Soto, la autora halló en el Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional un manuscrito titulado El arte maestra y lo atribuyó al pintor José de Ibarra. A partir de la lectura de ese libro y de sus propias investigaciones –que así es como progresa el conocimiento— Paula Mues publicó en la colección Estudios en torno al arte, del Museo de la Basílica de Guadalupe su hipótesis sobre el documento, sintetizada en su título: El arte maestra: traducción novohispana de un tratado pictórico italiano.

En su esfuerzo por probar que se trata de una traducción y no de la obra original de Ibarra, Mues cita en no pocas ocasiones el trabajo de Soto y lo adiciona con sus propias pesquisas y reflexiones.

Tan sólo al sostener una conclusión enteramente diversa a la del primer trabajo quedaría invalidada cualquier suposición de plagio.

Y sin embargo, de eso ha sido acusada la autora del segundo. El caso se inició con la denuncia formulada por el doctor José Pascual Buxó, esposo de la profesora Soto, ante el doctor Vicente Quitarte, director del Instituto de Investigaciones Bibliográficas, quien hizo ventilar el caso a través de una comisión interna en la propia institución. En rigor estricto, la presunta apropiación de una creación intelectual tendría que dilucidarse ante la justicia civil, con base en la legislación del derecho de autor. Pero se prefirió ventilarlo ante las instancias universitarias para lo cual se buscó conferir al caso el carácter de una falta de respeto a un universitario, que es la figura prevista en la legislación interna.

La comisión adhoc del IIB, que no convocó a la licenciada Mues y a la que pertenecía el demandante doctor Buxó, concluyó que efectivamente se trataba de un plagio y recomendó a la presunta autora del mismo que “elabore una carta dirigida a la profesora Soto para reconocer su falta y ofrecer disculpas por la misma”, “presente un escrito de retratación ante la editorial, con copia a la profesora Soto, para que el texto deje de circular de manera inmediata y definitiva” y “publique dicho escrito durante un año, en el portal de Internet del Instituto de Investigaciones Bibliográficas y en el de la casa editorial del texto presuntamente plagiado, a fin de que la obra referida no sea consultada o citada”.

Esa resolución fue enviada al comité tutoral de su programa doctoral “para conocimiento de los asesores y para los efectos institucionales a que haya lugar”, lo cual es ya una forma de sanción sin juicio.

Mues rehusó poner en práctica las recomendaciones, por considerarlas carentes de todo fundamento y basadas en un análisis unilateral del asunto que fue entonces turnado “a la instancia disciplinaria correspondiente”, es decir al Tribunal Universitario, que se hizo cargo del caso a partir de la acusación del director de la Facultad de Filosofía y Letras, Ambrosio Velasco, fechada el 22 de junio. El cargo es que Mues “podría haber presuntamente atentado con su conducta contra los principios básicos que rigen la vida universitaria, realizando actos concretos que tienden a debilitar los principios básicos de la Universidad así como contra el respeto que entre sí se deben los miembros de la comunidad universitaria”.

El Tribunal Universitario, que tiene miembros permanentes y otros ad hoc, se ha integrado de modo irregular. Fueron designados como representantes de los alumnos estudiantes de Geografía. Fue orillada a renunciar la profesora Nelly Sigaut, informalmente impugnada por ser maestra de Mues. En torno al caso se han manifestado los miembros del Instituto de Investigaciones Estéticas (dirigido por Arturo Pascual Soto, hijo de la autora inicial), una parte de los cuales, los que niegan que haya plagio, integran la planta docente del posgrado en Historia del Arte, maestría y doctorado que gozan de prestigio nacional e internacional. Sería lesivo para los intereses de la UNAM que la calidad de esos cursos, debida a su actual estructura, se resintiera por efectos de este conflicto individual.

El Tribunal, cuya audiencia inicial se efectuó el 12 de septiembre está a punto de fallar el asunto, que en caso extremo pondría a Mues fuera de la Universidad, injusto modo de truncar una carrera promisoria como lo muestra el propio texto en cuestión, encomiado por expertos.

Un diferendo que pudo resolverse al modo universitario, mediante una discusión académica sin tintes judiciales no debe ser deformado por factores de poder. Sería para Jorge Islas, el abogado general de la UNAM, que es secretario del Tribunal, una deplorable manera de concluir su gestión.

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