Liquidé mis deudas, tramité los asuntos pendientes y archivé mis rencores porque en estos días ¿para qué?, si ya tengo bastante con las apreturas de mi alma intensificadas además con el artificio amoroso y festivo de la gente que pulula estos días con hermosos paquetes de regalo y se abrazan todos contra todos. Junto a la ropa de playa y mis preciosas sandalias -extraídas de las minas del Rey Salomón- asegura el Querubín; empaqué mi nostalgia y nos encaminamos a Acapulco por la Autopista del Sol. En la primera caseta el Querubín me compró el HOLA! Es la manera que ha encontrado de que entretenida, me olvide de controlar el velocímetro cuando él maneja. Amensada por la revista llegamos a Yacapiztla donde a duras penas logramos compartir una mesa en “Cuatro Vientos”; un enorme galerón donde todo conocedor hace escala para desayunar una magnífica cecina, picadas, frijoles, todo rico; antes de emprender camino hacia Chilpancingo donde volvemos a detenernos para gasolina y pis. Mientras sirven la gasolina corro a los baños donde dos mujeres tan pequeñas y enjutas como aguerridas, exigen dos pesos por permitir la entrada: sin límite de tiempo y con derecho a tres cuadritos de papel. Asegurada la felicidad que es el papel en un baño público, debo esperar en la cola tras una gorda que cuando le toca el turno no cabe en la pequeña cabina con su “back pack”. Sin más, se voltea hacia mí: “cuídelo tantito” ordena, y sin darme tiempo a responder lo pone en mis manos. Impaciente por mi propia urgencia, tuve que esperar a que la gorda acabara de hacer los ruidos propios de una panza en rebelión. Cuando finalmente salió de la cabina, sin mirarme siquiera se dirigió al lavabo donde con toda parsimonia se lavó las manos y sólo después, con aires de princesa ofendida tomó su back pack y salió sin siquiera decir gracias. Ni modo, hoy por ella mañana por mí. ¡Pin… gorda! Menos mal que no todo en el año fue así de grosero, también trajo el 2007 cosas buenas como la agridulce compañía de mi familia, la salud y la terca alegría de mamá. Los brazos del Querubín por la noche y hasta el beso apresurado y brusco con que me apedrea antes de salir por las mañanas. Las dos o tres viejas amigas que han sobrevivido a mis crisis existenciales, el grupo de creadores con quienes hago camino al andar por las letras y con quienes comparto pre-textos, locura, y el vino corriente de todos los jueves. La FIL de Guadalajara y ¡ahhh! Antonio Muñoz Molina. Las tardes de cine los domingos y los libros que pacientes aguardan en los muros, o en total desorden me provocan desde cualquier lugar de la casa. Y ¿por qué no reconocerlo? También ha sido agradecible esta Navidad en familia, especialmente la convivencia con de mis pequeños depredadores, todos tan creativos y llenos de imaginación como la tierna y dulce María; quien aprovechando mi crónico desorden, antes de hacer popó arrojó en el inodoro la suntuosa pulsera de elefantes de plata acababan de regalarme sus padres. Con todo y todo, lo más asqueroso del año, fue el Gober Marín y su Corte Preciosa. Descansen antes de que el 2008 se nos venga encima. adelace2@prodigy.net.mx