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Negocio redondo/Diálogo

Yamil Darwich

La visita del presidente de EUA, George W. Bush, a México, recrudeció la eterna discusión sobre la difícil convivencia entre ese país del norte y el nuestro; ratones y elefantes, osos y puercoespines, han sido animales utilizados para comparar la relación inequitativa que hemos debido soportar y continuaremos haciéndolo, al menos por el presente siglo.

“Cuando Estados Unidos tiene gripe, México padece neumonía”, frase trillada que se refiere al impacto recibido de siempre con sus desequilibrios económicos. Ellos, malgastando en armamento y medios de defensa, para atender temores generados entre su población -desgraciadamente reales-, no apoyan con todas sus potencialidades otros objetivos importantes, casos del combate a la pobreza o investigación sobre enfermedades como el Sida, que indudablemente les redituarían mayores beneficios en términos de imagen justa, mayormente aceptada por los pobres. La inseguridad vivida mundialmente es, en parte, reflejo de tales desequilibrios.

Hablar de temas como el narcotráfico, la inseguridad -de ellos- o la migración ilegal, nos han mantenido ocupados en los últimos tiempos, sin poder avanzar un ápice. Si bien es cierto que las divisas enviadas por los compatriotas que se mantienen laborando allá son parte importante de nuestros ingresos, también es verdad que sin esos trabajadores no podrían mantener su sistema agrícola y económico; las reglas impuestas por ellos han influido -sin olvidar nuestros vicios y malos mexicanos- para alcanzar los niveles de pobreza que padecemos, particularmente en estados federales como Zacatecas, Guanajuato y Michoacán, donde está buena parte de nuestra tierra fértil, ociosa en grandes extensiones por falta de capital para hacerla productiva; son precisamente esos mexicanos los que están sacando adelante las cosechas del sur de EUA. Siendo así, vale la pena preguntarnos: ¿quién le debe -en términos de justicia y moralidad- a quien?

El presidente norteamericano visitó Latinoamérica en un viaje de finales de mandato, sin ofrecer muchas expectativas de real posibilidad de maniobra. Lo cierto es que nunca, un político de ese país, había sido capaz de aglutinar tantas manifestaciones de repudio en su contra; en tanto, el tirano Chávez, aprovechó la oportunidad para llevar “agua a su molino” con más declaraciones populistas y payasadas mediáticas.

Bush, llegó a México con pocas posibilidades de propuestas efectivas y el propio presidente Calderón, manifestó su interés de encontrar apalancamientos para el beneficio mutuo. El mexicano declaró: “Nosotros estamos a final de cuentas poniendo hasta la vida y Estados Unidos tiene que poner más que gestos simbólicos, mucho más”; luego agregó: “Tiene -EUA- que trabajar mucho más en reducir el consumo, tiene que trabajar mucho más en detener a los propios narcotraficantes que operan de su lado”. Verdades indiscutibles, reconocidas por el mandatario norteamericano y sus asesores.

El Gobierno Federal mexicano, por primera vez, abre públicamente el tema de la ineficiencia de ellos en el control del tráfico de armas, insistiendo en la urgencia de que lo atiendan en bien de nuestra seguridad; sobre todo, en el caso de las drogas, disminuyan el consumo interno y ataquen las rutas de distribución. En ambos problemas no hay mucha evidencia de trabajo efectivo de su parte.

Las acciones para detener o limitar el paso de mexicanos a EUA, con bardas kilométricas, tienen un costo injustificado; ese dinero estaría mejor empleado en atender otras necesidades, como la educación para la salud entre sus jóvenes, buscando disminuir el consumo de drogas, que se ha sofisticado, disminuyendo el de marihuana y cocaína, para explorar sustancias “fuertes” como las efedrinas y otros sintéticos, más dañinos al organismo.

El otro tema tabú es el histórico tráfico de armas. Sin duda que el fenómeno en distintas regiones del mundo tiene que ver con el lucrativo comercio bélico; recuerde que EUA equipó a Irán y posteriormente lo desarmó violentamente. Negocio redondo, ¿verdad?: primero te las vendo, luego las destruyo, siempre te cobro, más tarde te rearmo y de paso aseguro tu petróleo.

La inseguridad en México es grave problema; ataca distintas áreas de nuestra economía, entre ellas la turística. La venta clandestina de armas no sólo beneficia a grupos de guerrilleros y secuestradores, también da poder a narcotraficantes, que las utilizan en defensa de sus intereses, contra las mismas autoridades a quienes los norteamericanos reprochan sus pobres resultados.

Insisten en destruir redes de distribución mexicanas y poco hacen con las propias sin apreciar efectividad para acabar con el consumo al interior en su país. ¿No le parece irregular?

Bush y colaboradores han reconocido la inequidad de acción y recurrido al discurso demagógico: “trabajaré tan duro como sea posible para lograr una reforma migratoria integral”, sabiéndose con el tiempo limitado. Lo más triste: el propio pueblo de EUA es sometido -a través de los medios-, desinformándolo y aplicándoles uno de los recursos más viejos del mundo: temor a la inseguridad. ¿Qué le parece?

ydarwich@ual.mx

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