Las tres muchahchas austríacas que vivieron presas de su madre durante siete años, inician a expresar emociones.
EFE
Viena.- Las tres chicas que durante siete años fueron "rehenes" de su madre en una casa cerca de Linz, Alta Austria, tienen que aprender tras su liberación a sentir emociones y expresarlas en un centro terapéutico.
A Elisabeth, Viktoria y Katharina durante años tan sólo se las permitió hablar en voz baja, por lo que ahora se someten a una terapia en la que tratan de expresar sus sentimientos de forma abierta, con gritos, llantos y risas, informó el diario "Österreich".
Hace días se conoció que una madre tuvo presas a sus hijas -desde que tenían 13, 10 y 6 años- a oscuras durante siete años y las trataba "como a animales" -según el diario- ya que no se las permitía hablar con nadie y presentaban un estado muy descuidado.
Las niñas vivían en una situación de penuria difícilmente imaginable, jugaban con ratones cuyos excrementos estaban por toda la casa y habían desarrollado un lenguaje propio que únicamente entendían entre ellas debido a su falta de contacto con el exterior.
La dramática situación familiar quedaba oculta tras la fachada de la amplia casa en la que residían, en un barrio elegante, que reflejaba el estatus de juez del padre y de abogada de la madre, quienes están divorciados.
Aunque la liberación se produjo hace más de un año, la noticia ha tardado en darse a conocer para proteger a las jóvenes y porque hay un proceso judicial pendiente.
La madre, que se someterá probablemente a juicio el próximo mayo y que está ingresada actualmente en la unidad forense de una clínica psiquiátrica, intentó dos veces el año pasado secuestrar a las muchachas para sustraerlas del cuidado de los trabajadores sociales y psicólogos.
El periódico publicó hoy imágenes de la casa donde la mujer tuvo a sus hijas encerradas durante años sin luz, ya que retiró las bombillas eléctricas de todas las habitaciones, y muestra un calamitoso estado donde abundan trastos viejos, restos de comida y vajilla sucia por el suelo.
El inspector de colegios Franz Weissenboeck contradijo en el diario a representantes de las autoridades que rechazaron tener la culpa de la suerte de las jóvenes y declararon que las muchachas iban regularmente al colegio y daban una impresión de normalidad.
Así, por ejemplo, Katharina, la segunda hija, que ahora tiene 18 años, en el año escolar 2002/2003 tan sólo estuvo en el colegio 22 días y no pudo concluir el curso porque tampoco acudía a los exámenes.
La madre, de 53 años y abogada de profesión, dio de baja a las tres del colegio y afirmó ante las autoridades que les daba enseñanza privada en casa.
Las reiteradas denuncias del padre, que pedía ver a sus hijas, y de unos vecinos que observaron ciertas "anomalías", por ejemplo que la casa estaba siempre a oscuras, no dieron resultado alguno hasta que a finales de octubre de 2005 intervino la asistencia social.
La que ha sufrido los daños psíquicos más graves es la mayor, Elisabeth, que ahora tiene 21 años.
La menor, Viktoria, es la que más contacto mantenía con el mundo exterior y la única de las tres que resistió el "lavado de cerebro" de su madre, afirma el diario, y vuelve a aceptar a su padre, por lo que puede vivir con él.
Los padres de las jóvenes, ambos juristas, se divorciaron en 1998 y desde entonces la madre se atrincheró con las niñas en la casa situada en un barrio residencial fuera de Linz y las obligó a vivir prácticamente a oscuras.
En 2001, la mujer fue tratada por primera vez en un clínica psiquiátrica de Linz porque sufría alucinaciones. Desde ese año el padre luchaba por obtener el derecho de guarda, pero las primeras denuncias no se presentaron hasta 2005.