“Para los niños y las niñas, las personas más importantes en el mundo no son los dirigentes políticos…sino sus padres, madres y cuidadores”
Informe UNICEF
Vivimos en un mundo no apto para menores. Sólo basta con abrir bien los ojos para darnos cuenta. Todos los días los vemos ahí, en las calles de las colonias acomodadas del DF, pidiendo dinero o en los cruces de las avenidas rápidas limpiando los parabrisas. Son los niños invisibles, los que no han nacido con el privilegio de un hogar estable, los que desde temprana edad trabajan para ayudar a la economía familiar o simplemente para su propia subsistencia. Aquellos infantes que se levantan a las cinco de la mañana, pero no para ir a la escuela, sino para salir en busca del sustento.
Niños en situación de riesgo, los que viven en las calles del DF, de Bombay, Bangkok, Sao Paolo o la urbe de cualquier país en desarrollo. Los niños a los que cada día se les roba la infancia, los que ya se han convertido en padres, los que viven con el VIH sin saberlo o los que se han convertido en usuarios de drogas. Los que en México son traficados para satisfacer los apetitos sexuales de “góbers preciosos”, curas pederastas y demás monstruos. Los que apenas rebasan los diez años y ya son explotados en la finca bananera de Carlos Cabal Peniche en Tabasco, como reveló un reportaje del periódico Excélsior. Los niños migrantes de Afganistán o México. Los que en Irak, Colombia o Nigeria son secuestrados para convertirlos en niños soldado, en “mártires” del terrorismo o de una guerra.
Las que en Somalia sufren la mutilación del clítoris para seguir una tradición religiosa fundamentalista. Las que, a pocas horas de nacer, son abandonadas en basureros de China o la India porque se valora más al varón. Los y las niñas que siguen muriendo en el mundo en desarrollo por falta de medicinas y de vacunas, que son ampliamente accesibles para los infantes de los países ricos.
La UNICEF, la agencia de la ONU que trabaja por los derechos de los niños en el mundo, dio a conocer su reporte “Estado Mundial de la Infancia 2007” en el que analiza la discriminación que sufren las mujeres y las niñas en todo el mundo y propone una “hoja de ruta” para asegurar la autonomía de las niñas y avanzar hacia la igualdad entre los géneros.
A la publicación de ese informe le precedió la presentación del Estudio sobre la Violencia contra los Niños en México, coelaborado por UNICEF y por la Secretaría de Salud de México, en el que se denuncia que en los últimos 25 años han muerto diariamente al menos dos niños menores de 14 años como resultado de la violencia en nuestro país.
Adicionalmente el estudio revela que México, EU y Portugal tienen la tasa más alta, entre los países miembros de la OCDE, de niños muertos por maltrato, que puede ser físico, sicológico o emocional, abuso sexual o por negligencia.
Sorpresivamente, el estudio revela que en un 47 por ciento de las denuncias presentadas al DIF por maltrato de menores, las causantes del maltrato fueron las propias madres de los infantes, seguidas por los padres, en un 29 por ciento de los casos denunciados.
Por todo ello, de poco importa que a la celebración por el Día del Niño acuda el presidente Calderón a jugar canicas con los niños y que un maestro de ceremonias le instruya a los niños que le canten al presidente un “Muy bien, Felipe vas muy bien”. Todavía mucho menos importa que agrupaciones como Provida presuman su defensa de la vida de quienes no han nacido, al tiempo que se desentienden de la situación de los que ya nacieron en un hogar que les es adverso.
México sigue siendo clasificación C para los menores, quienes no sólo “no pueden jugar al futbol en el parque de su colonia por miedo a los narcotraficantes”, como rezan los spots del Gobierno Federal, sino que, como demuestra el estudio de la ONU, muchas veces tienen al enemigo durmiendo en casa.
Politólogo e Internacionalista
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