Un bebe es atendido por personal médico español hoy, 22 de agosto de 2007, en Umay, como parte de la asistencia humanitaria enviada a Perú, luego del terremoto que hace una semana sacudió la costa de este país. (EFE)
Una semana después del gran terremoto que sacudió Perú, con el resultado de al menos 513 muertos, se han esfumado las esperanzas de hallar supervivientes y las labores se centran en el reparto de ayuda y la asistencia a los damnificados.
Los datos oficiales suministrados por el Instituto Nacional de Defensa Civil (INDECI) cifran, además, en mil 90 las personas heridas y en 37 mil 521 las familias afectadas.
Pese a la gran magnitud del desastre, el primer balance económico del Gobierno apunta a que el terremoto de ocho grados Richter tendrá un impacto de 0.3 puntos en el crecimiento del Producto Interno Bruto, que estaba previsto para este año en un 7.9 por ciento, mientras el costo directo de la tragedia fue cifrado en 230 millones de dólares.
Los servicios básicos en las ciudades de Ica, Cañete y Chincha, todas ellas al sur de Lima, comienzan a recuperarse poco a poco, mientras que Pisco, cuya infraestructura quedó completamente devastada, sigue sin luz ni agua pese a los esfuerzos de las brigadas de reparación.
Gran parte de la población de Pisco sobrevive en campamentos instalados en diversos sectores de la ciudad, a cuyo aeropuerto sigue fluyendo ayuda procedente de muchos países.
Portavoces de la Fuerza Aérea del Perú (FAP), entidad encargada de transportar la ayuda a la zona de la catástrofe, confirmaron a la prensa que hasta el martes habían llegado más de mil 500 toneladas de alimentos, agua y ayuda humanitaria.
La distribución de comida sigue siendo la máxima preocupación para las autoridades, quienes afirman que la ayuda está llegando a todos pese a las informaciones que aparecen en los medios locales e internacionales criticando la lentitud del reparto.
"Ha llegado ayuda al 95 por ciento de la población afectada, pero los periodistas encontrarán en cada esquina que gritarán ¡denme agua y alimento!", aseveró el martes el presidente de Perú, Alan García.
La acción de los voluntarios internacionales se concentra ahora en la atención sanitaria para las víctimas y los pobladores, cuyos principales problemas son las afecciones respiratorias y diarreas.
El Ministerio de Salud alertó, además, a la población sobre la presencia de arañas venenosas entre los escombros.
Al tiempo que los rescatistas ha comenzado a adentrarse en lugares apartados en busca de cadáveres, símbolos de la tragedia de Perú, como los restos de la iglesia de San Clemente de Pisco y donde murieron 148 personas, fueron derruidos para evitar la caída de la endeble ruina.
En la polvorienta ciudad de Pisco, que perdió cerca del 80 por ciento de sus edificios, comienzan a darse tímidos intentos por regresar a la normalidad y ya abrieron sus puertas el mercado central y algunos comercios.
Sin embargo, miles de pisqueños han iniciado una diáspora amedrentados por la falta de servicios básicos, el peligro a enfermedades y los persistentes rumores de saqueo.
Según pasan las horas aflora otro tipo de problemas para la ciudad, como la desaparición de miles de puestos de trabajo y la imposibilidad de conseguir dinero, toda vez que los bancos quedaron destruidos por el temblor.
