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No revuelvan las cosas

Addenda

Germán Froto y Madariaga

El proyecto de reforma fiscal, está ya en el Congreso de la Unión. Una vez más y esperemos que esta vez con éxito, se intentará darle viabilidad y efectividad al sistema tributario del país.

Mucho dependerá del comportamiento de los grupos parlamentarios, pues está claro que cada cual tiene su propia visión de lo que debe ser aquél.

Lo que no deben hacer, es aferrarse a esquemas predeterminados, ni anteponer otras causas a aquellas que sean las indispensables para sacar adelante a la República.

No obstante lo anterior, ya comenzaron a revolver las cosas.

Lo fundamental debería ser el estructurar un sistema que le facilite las cosas a los contribuyentes y no que se las complique.

La simplificación tributaria ha sido uno de los grandes anhelos de todos aquellos que cumplimos cabalmente con la obligación de contribuir al sostenimiento del Estado.

Es decir, que el contribuyente tenga clara la forma en que debe pagar sus impuestos y la manera de hacerlo.

De otra suerte, se complican las operaciones y eso hace que éstos busquen (y encuentren la forma de evadir al fisco), ya de por sí odioso a los ojos del pueblo, al que siempre le duelen las contribuciones en dinero y en sangre.

Impuestos y guerras son por sí mismas cosas que la ciudadanía suele rechazar, porque implican entrega de vidas o de recursos monetarios.

En materia de impuestos, en cambio, si el ciudadano sabe la manera en que éstos deben calcularse y la forma de pagarlos, lo hace con menor reticencia.

En cambio, si tiene que contratar a un profesional, para que le ayude a elaborar su declaración, es probable que termine por evadir al fisco.

Si Hacienda dijera, por ejemplo, que va a cobrar el 15% de los ingresos brutos sin deducibles y en una forma simple éstos se pudieran enterar, probablemente captaría más que si complica la operación.

Pero empezando por el propio Congreso, sus integrantes pierden deliberadamente de vista el objetivo principal y argumentan cosas que nada tienen que ver con la reforma y lo hacen para no apoyarla.

Así está pasando con la posición de los priistas que ya comenzaron a argumentar que: “los juicios contra Ulises Ruiz, Mario Marín y Hank Rhon, son ganas de no llegar a acuerdos”.

Pienso que mal hace el partido en anteponer esos casos a la búsqueda de consensos para arribar a una reforma fiscal, pues ninguno de esos asuntos tiene que ver con la materia mencionada.

Que si no es correcta la manera como actuó el Gobierno Federal en el caso de Mario Villanueva, que apenas si acababa de pisar fuera de la cárcel, cuando ya lo estaba aprehendiendo de nuevo con lujo de violencia. En efecto, es cierto, pues si había otra orden de detención, díganselo desde un principio y no lo dejen salir. Así se evitan escándalos y enfrentamientos, pero lo mismo le hicieron a Carlos Ahumada.

Que si le volvieron a echar la caballería a Ulises Ruiz y existe la presunción de que a Hank le amañaron la resolución para no dejarlo competir por la gubernatura, hay instancias legales para dirimir esos asuntos, pero no los manejen como razones para no negociar la reforma fiscal.

Por lo demás, el PRI debe aprender que si algunos de sus miembros incurren en ello es su responsabilidad; pierde más el partido si trata de encubrirlos que si deja que ellos enfrenten con sus elementos la acción de la justicia.

Al pueblo le molesta que ciertos políticos recurran a sus partidos para salir impunes. Para eso están los tribunales, como señalamos y es ahí donde deben defenderse los acusados. No en las instancias políticas.

Revolver las cosas o como dicen los campiranos, “las paridas con las preñadas”, nunca deja nada bueno.

Los legisladores deben abocarse a tratar los asuntos que son de su competencia, tratando de responderle al pueblo en los mejores términos posibles. Pero no, tratando de presionar al Gobierno para que ciertos políticos queden impunes. Y menos cuando se les imputan asuntos tan sensibles como corrupción o afectación a los derechos fundamentales de la persona humana.

Se supone que los legisladores y el Ejecutivo Federal responden por igual frente al pueblo. No debe ser, entonces, tan difícil descubrir qué es lo que quiere el pueblo para hacerlo.

Y lo que quiere el pueblo, en materia tributaria, es claridad y sencillez. No hay vuelta de hoja.

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