Como le sucede a todo aquel que escribe regularmente, hay ocasiones en que nos sentamos frente a la página de computadora y no tenemos un tema específico qué comentar.
Ciertamente se puede decir que hay muchos, pero ninguno tiene los elementos como para ser editorializado.
Están los casos de hijos abandonados por sus madres, mascotas tramposas que emulan las conductas de destacados políticos y declaraciones de literatos como Vargas Llosa, que por enésima vez se meten en cuestiones políticas nacionales sin tener derecho a ello.
Pero, hoy ni estoy de humor para emitir opiniones ni tengo la claridad de ideas que me permitan estructurar un comentario aceptable.
Mi mente anda en otros lados, por circunstancias que no quiero tratar aquí. Las ausencias duelen y algunas más que otras.
Que hemos pasado, como dice Vargas Llosa, de la “dictadura perfecta” a la “democracia imperfecta”, es falso. Porque nuestra democracia es perfecta o como toda institución, perfectible. Ni la anterior era dictadura, ni la actual es imperfecta. Pero visto está que el excelente literato sólo trata de ganar foros y armar la discusión, aun violando la Constitución que prohíbe a los extranjeros opinar en asuntos políticos.
Que no nos venga a decir, por ejemplo, que en su natal Perú, el sistema está mejor que el nuestro. Cuando menos aquí hace mucho que abandonamos las actitudes de personajes, como Fujimori, que por cierto, fue quien derrotó a Vargas Llosa.
Duele leer o escuchar noticias, como la de que una madre abandonó a un hijo. Por que ni los animales hacen eso. Pero, ¿quiénes somos nosotros para juzgar las razones que pudieron haber existido para llegar a ese extremo?
La naturaleza humana, a veces, nos lleva a realizar actos verdaderamente contrarios a cualquier razonamiento.
Que si Madrazo, hizo trampa en una carrera, es un acto que no pasa de formar parte del anecdotario político, sin que ello le quite que puede ser revelador de una actitud permanente frente a la vida.
Que a Fox se le soltó la boca de nuevo. Ésa no es novedad y ya basta de estar comentando lo que el señor hace o deja de hacer, porque es engordarle el caldo, pues eso es lo que pretende con sus actitudes.
Seguimos como en el tango de “Cambalache”, en donde lo mismo sabe un burro que un gran profesor. Premiamos la estulticia y criticamos la virtud, alegando que ésta obedece a otros razones y no a un acto de valor.
Sé que los actos buenos, de bondad, son muchos más que los malos. Pero éstos sobresalen frente a aquellos de los que la sociedad ni se entera y eso desestima a otros a realizarlos.
Me resisto a pasar de la esperanza a la desesperanza. Del optimismo al pesimismo. Sin embargo, hay momentos en que uno se desespera y deprime.
Pero, tenemos que mantener la confianza en que las cosas mejorarán. No es posible que nos pasemos la vida en confrontaciones estériles. En ponderaciones ominosas.
Tampoco lo es, que todas las noticias que leamos o escuchemos sean de hechos y actos censurables.
Todo eso tiene que terminar y debemos entrar a una era de progreso, tranquilidad y felicidad.
Entre que ello sucede, no nos queda más que “dejarnos mecer por el vaivén de los acontecimientos”, como decía dona Carmen Pámanes.
Porque toda lucha implica desgaste y entre más luchamos contra algo más nos desgastamos.
“Prefiero –como dice Cortés— caminar con los valientes, heroicos en la paz que no en la guerra”.
Me resisto a hacer lo mismo que hacen muchos, que se suman a los otros e incurren en las mismas maldades.
Hay que resistir. Esto no puede durar mucho más.
Y... “Hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te guarde en la palma de Su mano”.