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Nuestra Salud Mental /

Dr. Víctor Albores García

ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C.

(PSILAC).

CAPÍTULO INTERESTATAL COAHUILA-DURANGO DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA

(DÉCIMA OCTAVA PARTE)

Una de las combinaciones más impactantes y dramáticas del TDAH, viene a ser sin duda alguna aquélla en la que se combina con lo que psiquiátricamente conocemos como trastorno de conducta en la infancia, y que evoluciona posteriormente a partir de la adolescencia y de la etapa adulta en lo que se conoce con el nombre de trastorno de la personalidad antisocial. Se trata de dos tipos de trastornos, cuyos nombres se prestan para la confusión y la distorsión en el lenguaje común, debido a la falta de información adecuada al respecto. Cuando en Psiquiatría Infantil se habla de un trastorno de conducta, no nos referimos a las simples travesuras que un niño o una niña cometen en el hogar o en la escuela, y a las que los padres y los maestros se refieren como “portarse mal”. El trastorno de conducta se refiere efectivamente a las malas conductas pero en un grado superlativo; ello se refiere a aquéllas en las que el varoncito (se trata de un trastorno más común en los niños, a pesar de que las niñas no están exentas del todo) tiende a romper todas las reglas básicas disciplinarias, ya sea en el hogar o en la escuela, y cuando incluso asume una actitud retadora, agresiva y de desobediencia abierta frente a la autoridad. Ello lo manifiesta a través de diferentes acciones tales como: mentir, robar diferentes tipos de objetos o dinero en cualquiera de los ambientes en los que se mueve, huir de su casa, no asistir a clases, dañar la propiedad ajena como es el caso del vandalismo, manifestar crueldad con los animales, intimidar, buscar pleitos, amenazar o lastimar a otros niños o niñas, pero igualmente a los adultos o a cualquier persona que se cruce en su camino, lo que en ocasiones puede llegar al grado de atentar contra la vida de los demás por medio del uso de armas. Asimismo, los chicos de mayor edad pueden en muchos casos tratar de forzar a otros en actividades sexuales contra su voluntad.

En el caso de los adolescentes y los adultos, el hablar de personalidad antisocial no se refiere definitivamente a ciertos individuos aislados, solitarios y que rehuyen el contacto social como en general suele usarse este término de antisocial. Más bien se trata de todo lo contrario, ya que al crecer estos individuos tienden a ser sumamente simpáticos, verbales, atractivos y carismáticos, de modo que aprenden a seducir y a manipular a los demás con un estilo tan particular que les ayuda a lograr sus objetivos, los cuales casi siempre tienen que ver con actitudes delictivas y fraudulentas, de abuso y engaño. Los mismos rasgos que se mencionaron arriba con respecto a los niños, se dan también en esta otra etapa de la vida, ya que en realidad el trastorno de conducta sigue su curso en la vida de cada sujeto, para evolucionar y convertirse en un trastorno de personalidad antisocial, con características todavía más desarrolladas y refinadas en cuanto a los aspectos delictivos mencionados. Son sujetos que saben mentir perfectamente, robar discretamente en sus escuelas o sitios de trabajo, y que pueden realizar todo tipo de fraudes sin inmutarse. A la vez, son capaces de llegar a robar a mano armada, de dañar la propiedad ajena, así como de amenazar, intimidar, provocar pleitos, abusar o lastimar a los demás sin consideración alguna, lo cual es aún más notorio al dirigir tal agresividad hacia sus familiares, pareja o amistades más cercanas. Como se puede ver tanto en el caso de los niños, como en los adolescentes o los adultos, se trata de acciones que en la mayoría de los casos se planean fría y conscientemente, sin provocar sentimientos de culpa o arrepentimiento.

La experiencia clínica a lo largo de los años, que también ha sido recogida en los diversos estudios longitudinales realizados sobre TDAH ya mencionados en esta columna, nos ha hecho reconocer que la combinación del TDAH con el trastorno de conducta, es verdaderamente una combinación muy dramática y peligrosa, además de llevar consigo un pronóstico bastante pobre en cuanto a la evolución del trastorno y el futuro de estos individuos. En ellos, los síntomas mencionados van a combinarse con los rasgos característicos del TDAH, como es la hiperactividad, la impulsividad, los problemas de atención y concentración, además de los otros síntomas secundarios, lo que se manifiesta como un cuadro clínico más amenazador y difícil de tratar. A los problemas académicos de estos chicos, se les suman dichos problemas de conducta, lo cual llega a crear una situación bastante compleja para su manejo, tanto en el caso de los padres y la familia en el hogar, como para los maestros y los compañeros en las aulas, pero aun para los terapeutas mismos. Sin embargo, hay quienes piensan con cierto dejo de cinismo, que esta combinación de patologías pudiera considerarse como un buen estilo de adaptación para funcionar en los sistemas culturales de sociedades como la nuestra, ya que se trata de individuos que escalan exitosamente los diversos niveles de nuestras esferas y estructuras sociales, incluso con la admiración y la estimulación de los demás (Continuará).

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