ASOCIACION DE PSIQUIATRIA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C.
(PSILAC).
CAPITULO INTERESTATAL COAHUILA-DURANGO DE LA
ASOCIACION PSIQUIATRICA MEXICANA
(TRIGÉSIMA CUARTA PARTE)
La capacidad que tiene el o la adolescente, y la facilidad con que puedan conseguir su autonomía y por ende la separación de sus padres para funcionar en forma más individual, se convertirá en un paso fundamental y significativo para las etapas consecuentes en su vida. Visto desde la perspectiva de los adultos, algo semejante sucede, puesto que para aquellos padres y madres que a su vez lograron alcanzar vínculos de mayor seguridad y confianza con sus propios progenitores, consecuentemente, les será también más sencillo y natural permitir que sus hijos se desprendan de ellos. Es obvio que este tipo de padres y madres han desarrollado vínculos de gran fuerza, cariño, seguridad, constancia y confianza con sus hijos desde que nacieron, de modo que a pesar de los obstáculos y las dificultades que se dan en forma natural con ellos durante la infancia y la adolescencia, de una u otra forma llegan a ser superadas a lo largo del camino, gracias a tales características que refuerzan dicha relación. Es así entonces, aunque suene contradictorio, como se logra intensificar el vínculo entre los padres y los hijos, pero con un sello de flexibilidad importante, que precisamente les permite separarse tanto a unos como a otros, para conseguir a su vez la individualidad de cada uno de ellos.
Cuando este vínculo carece de semejantes características y flexibilidad, se tiende a desarrollar un sistema de dependencia rígida y exagerada entre ambos partidos. Por un lado, los padres tienden a intensificar sus necesidades de dominio, imposición, intromisión y control sobre el o la hija en una lucha constante, basada en la inseguridad y la desconfianza que ellos mismos cargan en sus respectivas historias personales y proyectan hacia los hijos. Como consecuencia por un lado, el o la adolescente se rebela y entabla una lucha permanente en contra de las reglas y los señalamientos de sus padres. Pero por otro lado, igualmente se someten en mayor o menor intensidad según las circunstancias y los estados de ánimo de ambas partes, que en tantas ocasiones no tienen mucho de racional. El resultado es una especie de gráfica en agujas, con altas y bajas entre padres e hijos, en la que dominan los sentimientos de enojo, frustración e impotencia, alternando con sentimientos importantes de culpa, en un fondo también de cariño y sometimiento, una amalgama intensa y pasional que precisamente promueve ese estilo de dependencia extrema entre ellos, lo que a su vez evita el que se lleve a cabo la separación necesaria y saludable para ambas partes, y por ende la individualidad.
En los siguientes años del ciclo de vida, una vez superada la adolescencia y entrados en el período de adultos tempranos, se tendrá que llevar a cabo una de las decisiones más fundamentales en la vida del adulto joven. Esta decisión naturalmente tiene que ver con la elección de una pareja, con el enamoramiento y el desarrollo de una relación especial y específica que en un momento dado, le lleve a decidir a su vez el momento propicio para contraer matrimonio o como suele suceder con tanta frecuencia en nuestro tiempo, para vivir juntos simplemente. De una u otra forma, el estilo en que se desarrolle esta interacción entre dos personas y se llegue a una decisión tan importante, nuevamente pondrá a prueba ese vínculo formado entre padres e hijos, así como las capacidades y fuerzas que tienen para permitir esa nueva separación. La transición del estado del hombre o de la mujer solteros hacia el matrimonio, no sólo tiene que ver con el amor que se tienen y el tipo de interacción y de vínculo que ellos mismos han desarrollado entre sí, sino también y de modo fundamental, se encuentra a su vez relacionado con el estilo de vínculo que cada uno de ellos ha formado en sus años anteriores con su familia de origen, y muy específicamente con sus progenitores. Es así, como precisamente y de acuerdo a este vínculo, se podrá o no llevar a cabo exitosamente la nueva unión matrimonial. Se trata de una unión que conlleva y representa obviamente la capacidad de cada uno de los miembros de esta nueva pareja para separarse de sus padres y de su familia de origen, para cultivar y reforzar su autonomía e individualidad, de manera que a su vez se sientan preparados para la formación de una nueva familia.
No cabe duda que esta decisión es definitivamente, una de las más importantes de la vida, y uno de los pasos más serios y complejos que nos esperan como parte del ciclo vital. Se trata nuevamente de una de las tantas separaciones que enfrentamos en nuestra existencia, pero que en este caso pone a prueba todavía con mayor intensidad el estilo y la fuerza del vínculo que se ha desarrollado entre padres e hijos desde las etapas más tempranas. Dependiendo de ello naturalmente, cada uno de los miembros de la recién formada pareja serán capaces de buscar y tratar de encontrar un estado de equilibrio, en el que por un lado mantengan la relación con sus progenitores y la familia de origen, mientras por el otro se dediquen a cultivar y a desarrollar su propio vínculo, con la formación consecuente de una nueva familia (Continuará).